LA HABANA, Cuba. – Un programa ―otro más― de la televisión cubana volvió a la carga contra la prensa independiente, en particular contra el personal que solía trabajar para el medio El Toque, y que ha renunciado masivamente después de recibir presiones por parte de la policía política. Entre los muchos mea culpa que subieron a las redes sociales, haciendo pública su separación del medio, una de las razones más socorridas fue el temor a que les prohibieran la salida del país.
En el actual escenario que atraviesa Cuba, donde todo tiende a empeorar hasta alcanzar niveles nunca antes vistos, la perspectiva de quedarse encerrado en la Isla-prisión fue suficiente para que algunos de esos jóvenes colegas no solo renunciaran, sino que ofrecieran información a la Seguridad del Estado para ayudarlos a conformar sus bodrios audiovisuales parcializados, tergiversados y llenos de odio contra quienes han elegido el camino de la denuncia y la crítica por el bien de la sociedad cubana.
No es que haya que ocultar que los periodistas independientes, como los oficialistas, reciben remuneración por su trabajo. El problema es que esa práctica, normal y justa en los países democráticos, aquí es criminalizada, y cada uno de los testimonios brindados por los antiguos colegas de El Toque puede ser manipulado para presentar a los periodistas independientes como mercenarios, un delito que podría ser castigado con hasta diez años de cárcel.
Un detalle que llamó la atención en varias de las autoinculpaciones, es que sus autores eran prácticamente desconocidos. Algunos no llegaban a dos años trabajando en el medio y de pronto aparecieron, con la citación por delante, denunciando acoso policial. En ciertos casos bastó una sola “entrevista” para que accedieran a renunciar a su oficio, y fue tan masiva la retirada que, o bien esos muchachos no estaban enterados de lo q