Los doctores Lourdes Mugica y Martín Acosta han estudiado la evolución de las poblaciones de aves en el Botánico Nacional a lo largo de cuatro décadas. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.
Luego de la entrevista, durante media hora adentrándonos entre los árboles del Jardín Botánico Nacional, sin ir muy lejos y en medio del fuerte viento de marzo que pone en jaque a las mariposas, avistamos carpinteros jabados, dos arrieros, cabreros, bijiritas, totíes, un bobito chico, zorzales reales, tomeguines, pitirre abejero y guatíbere… Los zunzunes están por doquier y, entre tantos cantos, se oye constante el del sinsonte.
“Estamos en el mes en que los sinsontes forman parejas, por eso no dejan de cantar. Por eso cantan con fuerza”, nos explicó la doctora Lourdes Mugica poco antes, mientras conversábamos.
“Están definiendo territorio y formando pareja. Los machos atrayendo a las hembras hacia el territorio”, añadió el doctor Martín Acosta.
Nosotros estuvimos en el Botánico Nacional una tarde. Ellos han estado por décadas, y no como meros observadores.
Sinsonte, Jardín Botánico Nacional de Cuba, marzo de 2023. (Clic derecho para ver a mayor tamaño). Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.
Zunzún en el Jardín Botánico Nacional de Cuba, marzo de 2023. (Clic derecho para ver a mayor tamaño). Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.
Comenzamos el diálogo comentando la noción de que vivimos en la naturaleza, aunque estemos en medio de la ciudad. También, sobre la tendencia o modalidad llamada “baños de bosque” o “Shinrin Yoku” (cuyo significado es “absorber la atmósfera del bosque”), originada en Japón pero cada vez más popular internacionalmente para reducir tensiones y el estrés de la vida urbana. “Venir aquí es un lujo”, dice ella. “Todo es parte de la naturaleza”, dice él.
Mugica, Dra. en Ciencias y profesora titular de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, comenzó el trabajo de investigación conjunto con Acosta en el Jardín Botánico en 1982.
Acosta, Dr. en Ciencias Biológicas, investigador titular e investigador emérito de la UH, estaba vinculado al sitio desde 1972.
“Empecé como estudiante. Existía el plan estudio-trabajo en la universidad. Trabajaba en la mañana en la construcción del Botánico, la siembra, las instalaciones, todo lo que se estaba haciendo en aquel tiempo. Asistía a clases en otras sesiones, tarde o noche. Me gradué, tuve otras tareas y en 1982 comenzamos las investigaciones aquí de manera más regular”, cuenta.
Lourdes recuerda que fue más intenso en los noventa, durante el Periodo especial. “Teníamos investigaciones en provincias, Sancti Spíritus, Pinar del Río… Y todo se detuvo, no había transporte. Decidimos que la investigación fundamental iba a ser aquí, porque teníamos que seguir trabajando, produciendo, publicando. Veníamos en bicicleta, salíamos a las 5:30 de la madrugada para acá y caminábamos todo el Jardín”.
Desde entonces, no han parado las investigaciones y en 2022 publicaron Aves del Jardín Botánico Nacional de Cuba, un libro que obtuvo en febrero pasado, entre 56 propuestas de todo el país, el Primer Premio de la Crítica Científico-Técnica 2022, y que tenía importantes antecedentes.
La Dra. Mugica señala que habían hecho “alrededor de siete u ocho publicaciones desde los ochenta. Estudiamos diversas especies y poco a poco fuimos enamorándonos del Jardín. En 1990 sacamos el primer librito de las aves del Jardín Botánico, que recogía entonces 41 especies… Este último, de 2022, recoge 125”.
De las 125 especies registradas, el 38% nidifica en el Jardín.
“Y hubo dos registros de aves más [guanabá de la Florida y barbiquejo] luego de que el libro se había terminado”, agrega. “Mira cómo han cambiado las cosas con el tiempo”.
Carpintero jabado, Jardín Botánico Nacional de Cuba, marzo de 2023. (Clic derecho para ver a mayor tamaño). Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.
Aparecido de San Diego. (Clic derecho para ver a mayor tamaño). Foto: Karen Aguilar Mugica.
Aquel pequeño primer librito se hizo en papel gaceta. “No teníamos cámara ni ilustrador. Un profesor nos hizo los dibujos a mano, a lápiz. No había color en ese libro”, continúa Lourdes.
Ese profesor –precisa Martín– fue el doctor Vicente Berovides Álvarez, reconocido ecólogo entre los especialistas de América Latina y miembro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. “Dibuja muy bien”.
Según Lourdes, “era lo más simple que se pueda hacer, con cero recursos, en blanco y negro. No sabíamos cabalmente lo que era hacer un libro, no tenía página legal… Era un folletico, con cada ave y su descripción. Pero lo increíble es que servía para identificar a las aves. Berovides captaba las características claves de cada una”.
Aun siendo “simple”, la doctora recuerda que “se vendió como un merengue en la puerta de una escuela, generó una expectación enorme, evidenció que las personas quieren conocer. Y a partir de esa publicación, de 1990, la directora del Jardín nos estuvo pidiendo volver a hacerlo.
“No había recursos para hacer un libro, no sabíamos qué era edición, ni buscar un diseñador, una editorial, el ISBN… Hoy sabemos más sobre el tema, no es ya el primero que hacemos. Es un proyecto mucho más macro de lo que hicimos en aquellos emprendimientos iniciales”.
Y comenzó a suceder hace cinco años. “Martín y yo somos retirados y vueltos a contratar. Siempre comentábamos que, antes de irnos, teníamos que dejar en un libro todo el conocimiento que habíamos ido acumulando en más de 30 años, pero no teníamos un centavo.
“Hasta que mi hija geógrafa [Karen Aguilar Mugica, también autora del libro] me dijo un día: ‘Vamos a meternos en esta empresa. Yo los voy a apoyar, voy a hacer el diseño y me voy a poner con ustedes para que salga adelante’. Nosotros teníamos el conocimiento, pero el motor impulsor del proyecto fue ella”.
El libro, publicado por el sello editorial AMA, de la Agencia de Medio Ambiente, con una impresión de lujo y fotografía, diseño e ilustración claros, de alta belleza y profesionalidad, recoge las investigaciones de Mugica y Acosta sobre la ecología de las aves en el Botánico Nacional desde inicios de la década de 1980, pero, además, estimula la observación de aves mediante una guía de campo con imágenes e información de las especies avistadas allí.
El Dr. Acosta destaca que el diseño “incluye algo que habíamos previsto y fuimos consiguiendo: los closeups de las cabezas de las aves, que no aparecen nunca en las guías. Siempre se ve el cuerpo entero, pero no detalles de la cabeza. Los closeups revelan muchos aspectos del ave que a veces no se aprecian en los libros, porque las imágenes son fo