Como periodista fueron varias las ocasiones en que visité, en Tarará, playa al este de La Habana, a los grupos de niños ucranianos afectados por el accidente nuclear de Chernóbil.
Fidel había concebido un programa de atención médica y rehabilitación para aquellas víctimas de la exposición a las radiaciones de la planta nuclear accidentada. Casi todos eran ucranianos, y algunos rusos y bielorrusos.
También pude constatar la admiración y gratitud a Fidel, de parte de las familias de aquellos menores, a quienes el Comandante en Jefe visitó en varias ocasiones, luego de haber recibido al primer grupo en la escalerilla del avión que los condujo a nuestro país. Firmó su gorra verde olivo y la regaló a una niña ucraniana, indagó con médicos y directivos todo el programa de atención a los menores, sus patologías más comunes y acerca de la evolución durante su estancia en la Isla.
Fueron miles los cubanos involucrados en el programa, y sumaron más de 25 457 personas, de ellos 21 378 niños, los que recibieron atención médica especializada.
Nuestro país puso las instituciones de Salud a su servicio, y se atendieron más de 300 niños con enfermedades hematológicas, fundamentalmente leucemia, 136 con diferentes tumores, y se realizaron 14 operaciones complejas del corazón, dos trasplantes de riñón, seis de médula ósea, entre otros muchos tratamientos.
Todo se hizo gratuitamente, como expresión de amor y solidaridad, esos atributos que contrastan con quienes hoy envían miles de toneladas de armas a Ucrania, país convertido en rehén de la política hegemónica de ee. uu. y la otan, para enfrentar a Rusia.
El 2 de abril de 2010, con motivo del aniversario 20 del Programa de atención a niños afectados por las radiaciones de la planta nuclear de Chernóbil, en un acto en La Habana, el expresidente ucraniano, Leonid Kuchma, reconoció a Fidel como máximo inspirador de una obra humana que significó la atención a estos menores ucranianos.
En la ocasión, Kuchma dio a conocer el otorgamiento a Fidel de la Orden al Mérito de Primer Grado, y al entonces Presidente Raúl Castro, la Orden del Príncipe Yaroslav el Sabio, de Primer Grado.
Impuso distinciones a médicos, diplomáticos y colaboradores que contribuyeron a la consecución exitosa de ese programa, todos en función de salvar vidas de niños y jóvenes, esos que llevarán para siempre en sus corazones la huella imborrable de la amistad entre los pueblos de Ucrania y Cuba.
Hoy, cuando ese país vive momentos difíciles en una guerra provocada desde Estados Unidos y la otan, a la memoria llegan aquellos momentos de llantos y alegrías de niños venidos con sus familiares desde el lejano país, a quienes Cuba les entregaba parte de lo que tenía, para salvarles sus vidas.
A esos ucranianos los recordamos en momentos como hoy, y junto a ellos pedimos que la guerra termine y que aquel país se incorpore a la comunidad internacional sin aspiraciones bélicas y con un carácter neutral que no debe cambiar, por mucho que los impulsores del odio y la confrontación, es decir, el Gobierno de Estados Unidos y la otan, quieran llevarla por el camino equivocado, como rehén de sus políticas expansionistas.