MIAMI, Estados Unidos.- Creo que nunca antes en estos 62 años de lucha por la democracia en Cuba se había dado una circunstancia tan esperanzadora como la fijada para el próximo 15 de noviembre, y es que se aprecia que un importante sector de la ciudadanía residente en la Isla se apresta a sumarse a las manifestaciones populares contra la dictadura a las que jóvenes cubanos han convocado.
El ambiente es propicio, porque el régimen tiene un padecimiento crónico irreversible. Enfrenta una pérdida de confianza de la población, paralela a una crisis económica estructural que lo conduce irremediablemente al deterioro total con una sola conclusión.
El castrismo siempre se ha sostenido en las bayonetas, pero en esta ocasión está sentado sobre ellas, porque ya nadie cree en lo justo del proceso y menos en que quienes se le oponen estén al servicio de un país extranjero.
La mayoría de la población está consciente de que no hay esperanzas de una vida mejor. Están hartos de promesas empolvadas con represión, por eso un joven que tiene una veintena de años y que incursiona en la oposición por primera vez escribió: “a esto le queda poco, hay que seguir en la lucha porque es lo justo”.
El discurso espurio sobre el cual se sostenía la represión en Cuba ha sido desvelado. Ni los castristas más fervientes, salvo que sean estúpidos, pueden creer las peroratas de nación agredida cuando ellos también son esquilmados en sus derechos y padecen las crecientes y eternas necesidades de la sistemática ineficiencia y negligencia interna, que no tiene nada que ver con embargos u otras medidas.
Es la juventud, los propios hijos de funcionarios y esbirros, los vástagos de los sicarios que atropellan a los opositores y a las Damas de Blanco. Los nietos de quienes participaron en las persecuciones del Mariel o de quienes integraron pelotones de fusilamiento. Jóvenes nacidos y formados en el totalitarismo, los que se arriesgan a luchar por un cambio completo del país.
Ni las amenazas de la dictadura ni la represión desatadas contra los manifestantes del 11 de Julio han logrado intimidar a quienes afirman estar dispuestos a iniciar una jornada que muestre a todos, particularmente a los propios cubanos, “que no importa quién lo puso, que lo importante es quitarlo”. No dudan que bajo la opresión solo les espera más opresión.
Todo parece indicar que el contradictorio coctel que la dictadura insufló, miedo y esperanza, en el torrente sanguíneo de la mayoría de los cubanos se está desvaneciendo. Mucha gente se embriagó con la promesa de un mundo mejor, otros nunca creyeron en el paraíso, pero fueron manipulados y conducidos al corral al que fueron destinados por los Castro.
La historia de Cuba está cargada de fechas que dejaron su impronta en todos los procesos políticos que ha vivido el país. Algunas de ellas tan gloriosas que el régimen ha tratado de borrarlas como el 20 de mayo de 1902, o las ignora, como hace con el 10 de mayo de 2002, cuando un grupo de ciudadanos encabezados por Oswaldo Paya Sardiñas presentaron ante la Asamblea Nacional del Poder Popular un proyecto de referéndum: el “Proyecto Varela”.
Con independencia de los resultados, como afirma el escritor José Antonio Albertini, el 15 de noviembre quedará como un reto a la dictadura, al igual que siempre lo serán los gritos de “Viva Cuba Libre y Viva Cristo Rey” que los jóvenes de las primeras décadas de lucha contra el totalitarismo gritaban ante el paredón de fusilamiento.
Esta convocatoria está enmarcada en un clima de entendimiento entre el exilio y la oposición interna sin precedentes en las últimas décadas. Todos inspirados en la convicción martiana de que “es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz”.
La convocatoria de Yunior García y demás compatriotas a través de Archipiélago para este 15 de noviembre ha contado con respaldo internacional, entre ellos, de los exiliados agrupados en la Asamblea de la Resistencia Cubana, que ha emplazado para ese mismo día, junto al Movimiento Democracia, numerosas actividades de apoyo a quienes en la Isla están demostrando el coraje necesario para enfrentar una dictadura militar.
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