LA HABANA, Cuba. – En estos tiempos donde multitud de protestas pacíficas proliferan en la Isla contra una dictadura que ha rebasado ya todos los límites, vale la pena recordar a Gandhi, el rostro de la no violencia, quien con su ejemplo demostró que la resistencia pacífica es el método más digno para alcanzar cambios políticos necesarios.
Nacido en una familia acomodada de mercaderes, dicen que fue un niño como otro cualquiera. Mohandas fue su nombre de nacimiento. Quería parecerse a un inglés. Era travieso, fumaba a escondidas con un amigo y comía carne prohibida.
Luego, en África del Sur, donde también reinaba el Imperio Británico, conoció el racismo del apartheid. Se convirtió en un tímido abogado. En 1915 volvió a la India, después de 20 años de exilio y de lucha. Casi desnudo quería conducir a su pueblo hacia la libertad. Mahatma, así le decían con mucho respeto: “alma grande”.
Winston Churchill no lo apreciaba. Lo llamó “faquir medio desnudo” y Romain Rolland lo veía como un “santo mulo” obstinado. Pero llegaron a compararlo con Diógenes, con Sócrates y hasta con Cristo.
Nació en 1869, y cuando murió, en 1948, la India, la gran perla de Inglaterra y joya de la reina Victoria, era un país libre gracias a él. Se dice que “la historia no conoce ejemplo igual de libertador de un pueblo” como Gandhi, quien a través de la desobediencia civil, sin violencia alguna, venció al Imperio Británico.
Los obreros textiles, mal pagados, protestaron. Gandhi los defendió. Ellos juraron no volver al trabajo si no obtenían sus demandas. Se reunieron bajo un árbol sagrado. Gandhi anunció que ayunaría hasta que se satisficieran las demandas de los obreros. Una decisión dictada por una voz interior.
A Gandhi nada le molestaba más que la adoración idólatra de las multitudes indias, que proyectaban sobre su persona la imagen de una nueva divinidad naciente. Tampoco buscó como Buda o Cristo reformar el fondo de su religión, el hinduismo.
Conquistó toda la India en un suspiro. Se ganó a millones, impuso la imagen legendaria de un anciano vestido con taparrabos, envuelto en un chal inmaculado hecho de algodón blanco.
Gandhi, hasta su muerte, estuvo en el mundo, actuó sobre el mundo, modificó el curso de los acontecimientos del mundo. Contrario a Diógenes, no vivió en un tonel.
Su vida demostró que la desobediencia civil es el arma más efectiva para derrocar las leyes injustas. En Cuba, desde las luchas pacíficas del Partido Pro-Derechos Humanos encabezado por Ricardo Bofill hasta los movimientos de jóvenes que hoy día arriesgan sus vidas contra la tiranía, el pueblo continúa resistiendo los embates de un totalitarismo que ya va siendo hora de que sea sentenciado a desaparecer.
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