Detectada en octubre de 2020 en la India, la variante Delta del coronavirus causante de la COVID-19 se expande rápidamente por el mundo, generando alertas ante la posibilidad de que se enfrente una nueva ola de la pandemia.
La Organización Mundial de la Salud la puso en la categoría variante de interés el 4 de abril último, y poco más de un mes después, el 11 de mayo, la catalogó de variante de preocupación.
La propia entidad advirtió que las variantes de preocupación están asociadas con «aumento de la transmisibilidad o cambio perjudicial en la epidemiología de la COVID-19, aumento de la virulencia o cambio en la presentación clínica de la enfermedad; o disminución de la efectividad de las medidas sociales y de Salud Pública o de los diagnósticos y procedimientos terapéuticos disponibles».
Su presencia ha sido confirmada en casi un centenar de países, volviéndose la variante predominante en naciones como Portugal, Reino Unido y la India, por citar algunos ejemplos.
Según la OMS, el número de infecciones diarias provocadas por Delta en la India superó los 50 000 el 24 de marzo, los 100 000 el 4 de abril, los 300 000 el 21 de abril, y para final del cuarto mes del calendario llegó a representar más de 400 000 casos.
En el Reino Unido, hoy representa alrededor del 90 % de los casos registrados, mientras también se han confirmado brotes en China y EE. UU. En esta última nación, de acuerdo con el Centro para el Control de Enfermedades Infecciosas, a principios de junio el 10 % de las muestras del SARS-COV-2 recolectadas pertenecían a la cepa Delta.
Se plantea, además, que esta cambió negativamente el panorama de la pandemia en Sudáfrica y Rusia, países en los cuales la enfermedad experimentó un crecimiento notable en el número de personas contagiadas en solo un mes.
Informes preliminares de centros científicos del orbe le atribuyen a Delta una transmisión entre el 30 y el 60 % superior a la de las otras variantes, conlleva un mayor riesgo de hospitalización y reinfección, y genera un cuadro de síntomas ligeramente diferentes (más dolor de cabeza, de garganta y menos tos, por ejemplo).
Sin embargo, los expertos subrayan que las vacunas aprobadas contra la COVID-19, aplicadas en EE. UU., Europa y otros países, parecen ser efectivas para contener su acelerada propagación.
Esta variante se ha expandido rápidamente debido a su capacidad para burlar los controles fronterizos y las medidas de cuarentena.
También pudiera incidir el relajamiento de las restricciones establecidas, el no cumplimiento del distanciamiento físico y la «fatiga» que muchas personas experimentan por la prolongada duración de la pandemia.
Otro factor es que la variante Delta muestra síntomas iniciales que pueden confundirse con un catarro común.
Como informó el doctor José Angel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, en una comparecencia especial televisiva, en Cuba la cepa Delta se ha reportado en varias provincias, pero su mayor circulación ocurre en Matanzas y en Ciego de Ávila.
Acerca de su elevada transmisibilidad, destacó que por cada persona enferma se pueden contagiar más de seis. Si antes enfermaba un solo miembro de la familia o nadie, hoy un enfermo prácticamente puede enfermar a todos los miembros del hogar. Hemos tenido familias que han perdido más de un miembro a causa de la COVID-19, por lo que es vital que comprendamos el riesgo y la necesidad no solo de la protección en la calle y en centros laborales, sino al interior de los hogares, pues sigue siendo una enfermedad con un alto porciento de asintomáticos, que se transmite con facilidad en espacios cerrados, subrayó.
Evitar el contagio, aseveró Portal Miranda, es la mayor inversión que podemos hacer en el país, y para ello es vital la participación de todas las personas; es la única manera de impedir que se enfermen, lleguen a la gravedad o fallezcan.
Las medidas no cambian, pero el crecimiento de la transmisión que generan estas nuevas cepas obliga al sistema de Salud a incrementar los servicios, puntualizó.