En noviembre de 2019 el Gran Teatro Alicia Alonso se vio obligado a cerrar sus puertas. Sus maderas estaban infectadas por comején, también conocido como termita u hormiga blanca: un insecto roedor de madera y papel. Infección semejante en un número de butacas —y otros problemas que esperaban desde el 2018 una labor de mantenimiento— mantiene cerrado desde 2020 el Teatro Karl Marx, situado en las calles Primera y diez, en el municipio Playa.
Suerte similar había corrido el Teatro de la Orden Tercera, en el casco histórico, una de las sedes de trabajo de La Colmenita.
Desde antes la pequeña e histórica sala del Teatro Nacional de Guiñol, en el sótano del edificio FOCSA, presentaba disímiles contratiempos: se hicieron frecuentes los desbordes de la fosa —ubicada en el espacio de los camerinos y del otrora taller de producción—, así como las filtraciones de agua en diversos puntos de la sala, que incluían lugares claves como escenario y platea. Dichos impedimentos obligaron a cerrar el teatro y acometer un ya dilatado proceso de reparación, mientras no faltan las opiniones que aconsejan ubicar esta institución dedicada a los niños y sus familias en un sitio distinto.
Otros coliseos que permanecen en silencio son el Teatro Musical de La Habana, de Consulado y Virtudes, que necesitaría un análisis aparte; el Teatro Mella (desde el 2020) y el Teatro Fausto.
Por fortuna, tras años de interrupción de sus servicios —por reparación— la pequeña y acogedora sala El Sótano, ubicada en K entre 25 y 27, en El Vedado, abrió nuevamente sus puertas en el 2022.
Más allá de las razones puntuales por las que en una ciudad capital como La Habana hemos debido prescindir del disfrute de estas instalaciones teatrales cuya lista, para hacer justicia, debe iniciarse siempre con el antiguo Auditorium de La Habana, luego nombrado Teatro Amadeo Roldán, cuya historia en detalle —a partir del incendio del 30 de junio de 1977—entraña más de una sorpresa, otros elementos entran en juego cuando se trata el tema de la distribución y el consumo de los productos en el entorno de las artes escénicas.
La geografía teatral de la ciudad muestra una concentración de instalaciones en la zona de El Vedado a pesar de que son otras las regiones con mayor densidad poblacional y número total de habitantes, como son los casos de Centro Habana y Diez de Octubre. A ello habría que añadir que tampoco el diseño del transporte capitalino colabora con que esta zona pueda ser un núcleo o foco para el disfrute del arte con relación a los ciudadanos residentes en otros municipios.
La geografía teatral de la ciudad muestra una concentración de instalaciones en la zona de El Vedado a pesar de que son otras las regiones con mayor densidad poblacional.
Entre los hechos que documentan la infravaloración de la programación y el consumo teatral figura la manera torpe, inexplicable en que durante los sesenta dejamos ir hacia la nada las llamadas «salitas habaneras», verdaderos trofeos de guerra de la batalla librada por el teatro cubano ante la indiferencia y la incultura estatal de los cincuenta[1], con lo cual no solo perdíamos espacios debidamente preparados por la energía, el esfuerzo y el capital ínfimo de nuestros grandes de la época —escenarios, luces, telonería, lunetas, taquilla, oficina, camerinos, baños—, sino, además, instituciones —porque eso eran— conocidas y frecuentadas por el público que aquellos Maestros y sus colegas habían imantado con su talento y absoluta fidelidad al arte teatral.
Les rindo honor al nombrarlos: Sala Prometeo, con Francisco Morín (Galiano, entre Neptuno y Conde Cañongo, primer piso, municipio Centro Habana); Sala Atelier, con Adolfo de Luis, que luego será Sala Prado 260, a cargo de Adela Escartín y Carlos Piñeiro (situada en Prado, en el mismo número, en los altos); Sala Arlequín, con Rubén Vigón (Calle 23, esquina a N, El Vedado, donde está ahora el edificio Pedro Soto, del MINSAP); Sala Las Máscaras, con Andrés Castro (Calle Primera esquina a A, El Vedado, en los bajos del edificio, al fondo, en el presente un apartamento residencial).
Otras instalaciones pueden sumarse a estas, en particular en la práctica teatral para niños y sus familias. Espacios perdidos en Diez de Octubre, Boyeros, Marianao.
Pero la situación no se reduce a la cantidad y ubicación de nuestras salas y teatros, sino que se extiende a la zona subjetiva de la administración sobre los