―Acabo de comprar tilapias en la pescadería. A ciento sesenta el kilogramo, setenta y tres la libra. Este país está muy jodido.
―Tú y tus frases tilapidarias…
―Cada uno de esos peces vertebrados ectotérmicos me ha salido en 23,75 pesos, casi un dólar al cambio oficial.
―Lo de ectotérmico parece referirse a una temperatura que lo mismo le da ecto que aquello.
―Por ahí la cosa. Regulan su calentura de acuerdo a fuentes externas, más o menos como los grupos electrógenos, que tienen desequilibrado el metabolismo, pues dependen del diesel importado.
―¿Y las tilapias se importan?
―Por lo que valen parece que sí. Hace año y medio se comercializaban a trece pesos el kilogramo. Han multiplicado su costo más de doce veces, a contrapelo de mi salario, que solo se elevó el triple. Si Canel se entera de que una empresa estatal pone esos precios… advierte por la televisión, con voz afectada por el desconcierto, que no debiera hacerse, que se ve feo entre compañeros.
―O llama al amor, a la confraternidad, a la sensibilidad de las empresas a la hora de poner el producto al alcance de los consumidores.
―Para ser los consumidores quienes sufran el divorcio… del discurso con la realidad.
―La tilapia que va al plato, al serle esquiva una alimentación en base a maíz y soya, está criada con una dieta mayoritaria de excrementos, específicamente de gallinas y cerdos. Estamos ingiriendo toxinas, hormonas, grasas peligrosas y heces de animales. La gallinaza y el estiércol porcino se han escabullido notablemente: no puedes obligar a un pollo o a un puerco a defecar cuando le ofertas lo mínimo para sobrevivir. Alimentadas con methyltestosterona, una hormona altamente tóxica para el hígado, las tilapias pasan por un cambio de sexo para lograr un noventa y ocho por ciento de ejemplares machos.
―Que no se entere la secretaria de la FMC de mi cuadra, por coincidencia mi esposa.
―Hay que decir a su favor (a favor de la tilapia) que es un pescado muy barato. Además de rico en proteínas, contiene vitaminas B y D, hierro, selenio y ácidos grasos omega 3. Cada porción de 100 gramos aporta hasta 20 de proteínas, similar al pollo, y con menos cola. Es un alimento que prolonga la sensación de saciedad…
―…tan presente en los hogares cubanos.
―Sin embargo, los estudios demuestran que hace daño al corazón, al cerebro y al estado de ánimo.
―Nuestro estado de ánimo está dañado no por el pescado, sino por cerebros que, desde el puesto que ocupan, incitan a la animosidad contra el Estado.
―La acuicultura es un negocio redondo. Fíjate que en 1964 se recibieron en Cuba cien ejemplares de la carpa espejo israelí, que tiene ausencia casi total de escamas y una carne más sabrosa que la carpa común. Al puerto solo llegaron con vida diecisiete, para más tarde morir cinco más, quedaron doce para los experimentos de ceba y recría.
―Pero con doce basta…
―Exacto. Se comprobó, gracias al espíritu irredento de esos ejemplares y a nuestras características climáticas, que en Cuba podía llegarse a cinco toneladas por hectárea de agua al año (en China e Israel logran solo dos) y a un costo de cinco centavos la libra, más o menos cinco pesos hoy. Ya en el primer parto algunas carpas llegaron a un millón de ovas.
―«Ovasión» y diplomas es lo que quedó de aquello, ¿no?
―La última vez que vi carpas israelíes fue en el parque japonés del Jardín Botánico, sometidas a una intifada por parte del público asistente.
―El primero de mayo hubo carpas… en todos los desfiles.
―Clarias hay muchas más, y en cualquier fecha. Crecen con inusual fuerza en el ciberespacio.
―La tilapia vino a resucitar en la pescadería de la Esquina de Toyo. La que consumimos acá es la mozambicana. La FAO plantea que su cría es mucho más barata que la de la carpa israelí. Puede llegar a crecer hasta los cuarenta centímetros. Las que hibernan en mi congelador no llegan ni a quince.
―La talla promedio para filetear es de 250 a 600 gramos, entre libra y libra y media. Pueden alcanzar ese volumen en solo seis meses. Hay ejemplares que alcanzan los tres kilos.
―El peso promedio de las mías, no aptas para filete, es de 148,125 gramos. No las dejaron llegar ni a la pubertad.
―Lo que han hecho con esos animalitos es un tilapicidio.
―Es que no son las tilapias, sino nosotros, los que vivimos comiendo mierda.