El 28 de mayo de 1957 fuerzas del ejército batistiano aniquilaron de manera salvaje a un grupo de revolucionarios que habían desembarcado en la expedición del yate Corynthia. (Foto: ACN)
El 28 de mayo de 1957 fuerzas del ejército batistiano aniquilaron de manera salvaje a un grupo de revolucionarios que habían desembarcado en la expedición del yate Corynthia, arribada al país pocos días antes con el objetivo de abrir un nuevo frente de combate en la Sierra Cristal, situada al nordeste de la antigua provincia de Oriente.
Aquel ametrallamiento a mansalva segó, en el acto, la vida de 16 expedicionarios en un pequeño naranjal cercano al arroyo La Marea, en predios aledaños a Cabonico, actual provincia de Holguín.
Los futuros guerrilleros pertenecían al Partido Auténtico y habían salido de Miami, rumbo a Cuba, en la noche del 19 de mayo, encabezados por Calixto Sánchez White, uno de los que resultó asesinado.
El tirano Fulgencio Batista se había ocupado directamente de la acción criminal dando la orden inequívoca de no contabilizar rendidos, solo muertos, al famoso sicario Fermín Cowley Gallegos, quien se extremó por cumplir su encargo al dedillo.
De modo que Cowley Gallegos organizó y comandó un batallón de 500 soldados y 200 guardias rurales, muy bien pertrechados para perseguir, cercar y aniquilar a los expedicionarios.
Toda la información sobre los expedicionarios estaba en poder de la tiranía debido en gran medida a la delación de dos de sus compañeros, quienes ya en tierra fingieron haber agotado sus fuerzas para continuar por los difíciles senderos y así escaparon. Apresados por una guardia batistiana, contaron todo y ayudaron a la localización de los demás, intentando salvar sus vidas.
Una increíble travesía de cuatro días, alargada por el mal tiempo, roturas del motor y la falta de pericia del piloto, trajo al “Corynthia” a las costas cubanas. Luego de desembarcar tuvieron la suerte de encontrar unos pescadores que los ayudaron en las inmediaciones de Cayo Saetía, colindante con Mayarí.
Gracias a ese apoyo pudieron trasladarse en botes hasta tierra firme. Agotados por el viaje, largas caminatas y la desorientación, pues no contaban con prácticos que los guiaran en su ruta, pronto se perdieron.
Pareciera que todo conspiraba en contra, ya que el desembarco se había previsto por la zona de Baracoa. La azarosa navegación desvió forzosamente la ruta concebida.
Tal vez esa circunstancia hubiera obrado en su favor pues la inteligencia batistiana los esperaba por otro punto si no hubieran pedido a los pescadores que los ayudaron a llegar a tierra firme que informaran a la Marina de su llegada, para que no corrieran peligro por el auxilio prestado. Tampoco suponían la temprana y miserable traición de sus compañeros.
En tanto, desde el Estado Mayor del Ejército Rebelde en el corazón de la Sierra Maestra, el Comandante en Jefe Fidel Castro ordenó al Che Guevara realizar el propio 28 de mayo, día de la masacre, el ataque al cuartel de El Uvero, para distraer al ejército de Batista y apoyar a los nuevos expedicionarios.
En una Reflexión publicada en Granma en 2012, Fidel definió tal decisión como difícil, pues la fuerza rebelde aunque ya era ducha en emboscadas y acciones sorpresivas en diferentes puntos de la cadena montañosa, todavía no había alcanzado la mayoría de edad que mostró más adelante.
La historia nos la revela hoy como una determinación patriótica, ética y solidaria, valores acendrados de la Revolución. Primó el sentimiento de hermandad a los que habían venido a luchar por la Patria, aunque pertenecieran a otro partido político.
Y sucedió entonces algo trascendente, ya que la Batalla de El Uvero, según el propio Ernesto Che Guevara, marcó la mayoría de edad del Ejército Rebelde. Después de casi tres horas de fuego graneado, los “casquitos” se rindieron y hubo una significativa victoria, a pesar del dolor por las pérdidas de compatriotas en ambos frentes de lucha.
Las fuerzas rebeldes en el combate de El Uvero sufrieron siete bajas mortales y ocho heridos, mientras que el enemigo perdió 14 hombres y computaron 19 heridos.
Un contraste moral y en pérdidas humanas abismal hubo con los saldos del cerco del asesino Cowley Gallego.
Fidel lo señaló años más tarde: ”Mientras nosotros poníamos en libertad a 16 prisioneros y salvábamos la vida de 19 heridos, ese mismo día la dictadura asesinaba a 16 expedicionarios del Corynthia, que había capturado”.
Los también nombrados como Mártires del Corynthia, honrados y recordados hoy por la Patria fueron: Calixto Sánchez White, Joaquín Ferrer de Blanck, Gustavo Ferrer de Blanck, Hubert de Blanck Ortega,Cleto Collado del Cueto, Luis Vázquez López, Ernesto Ceballos Baeza, Pedro Pablo González Mir y Roberto Martínez Reverón.
Además, Humberto Vinat Agüero, Jorge Prieto Ibarra, José Alberto Félix Suezcun Gutiérrez, Jesús Miguel Iglesias, Juan Fornés Pina, Sergio Sierra Cabrera y Saúl Delgado Duarte.
El historiador y combatiente William Gálvez consideró que tuvo un peso definitorio el error cometido al proporcionar a los pescadores la información sobre su llegada, pues la bisoña tropa necesitaba la ventaja de la sorpresa para ganar los accesos de la zona montañosa, demasiado distante todavía.
Aparte de su enorme superioridad numérica y en pertrechos, la tropa de la tiranía se favoreció con el factor sorpresa. Su adversario no pudo ejercer una eficaz resistencia, minado como estaba por el cansancio y la desorientación.
Casi todos fueron asesinados en el primer encuentro, y un grupo de capturados corrió la misma suerte en el trayecto hacia una supuesta estación o guarnición policial. Fue ese el fin de los compatriotas venidos con espíritu de lucha en el yate Corynthia, a los cuales se les había señalado un destino horrible de antemano, con toda sangre fría. A 65 años de su muerte, se les honra.