LA HABANA, Cuba.- Este domingo en la mañana tuve que soportar una lluvia de mensajes de amigos emigrados, que en tono burlón me decían que el desfile del 1ro de mayo había sido un éxito. Con desprecio criticaron a la “recua de carneros” que acudió, bajo supuesta presión, al llamado de un gobierno infame que a estas horas se vanagloria de la respuesta ciudadana a la convocatoria, de la derrota simbólica del enemigo al ver ese mar de pueblo desfilando por la Plaza Cívica que ya desmerece su nombre, bajo el lema más ridículo y falso que pudieron inventarse: “Cuba vive y trabaja”.
Mi primer impulso fue recordarles a los amigos emigrados que la mayoría de esas personas fueron al desfile por obligación; pero después de la pandemia y el 11 de julio me parece indecente justificar tanta hipocresía con el temor a perder un módulo de aseo y alimentos, o a recibir una medida disciplinaria que pueda afectar la jubilación.
Incontables miedos hicieron posible el desfile de ayer; pero no por ello fue menos repugnante ver a miles de cubanos marchando en defensa de los bajos salarios, la inflación, la improductividad, la falta de derechos, la debacle sanitaria causada por el mal manejo de la crisis epidemiológica, la suciedad y destrucción que nos rodean, el obsceno enriquecimiento de la casta política mientras la pobreza extrema se multiplica en todo el país, la represión, los presos del 11 de julio, la migración masiva, la ancianidad desamparada, la infancia adoctrinada y mal alimentada, la amoralidad inoculada hasta el tuétano; en fin, los logros de la Revolución.
El pueblo de Cuba, tan falto de vergüenza y carácter, cedió una vez más al chantaje que, por supuesto, es real, como lo demuestra un mensaje circulado entre los trabajadores del policlínico “Antonio Guiteras” de la Habana Vieja, y en el audio del ensayo del 1ro de mayo en una empresa cienfueguera. Más que trabajadores, la Isla está repleta de autómatas que aceptan ser tratados como niños en un matutino. Si ayer repetían el lema, hoy inventan consignas. Se exprimen el cerebro aturdido por tantas privaciones para componer una frase anodina que luego corean sin fuerza, porque están todos cansados de lo mismo, pero no lo bastante como para dejar de ser un instrumento de la dictadura.
Cualquiera diría que los cubanos no han pasado suficiente hambre, ni han sido lo suficientemente humillados. El desfile de este domingo no produjo otra cosa que asco, decepción y rabia, porque entre esas decenas de miles que acudieron a la plaza abundan beneficiarios de remesas y recargas enviadas por los emigrados, esos rehenes a distancia que trabajan como mulos para gastarse en la manutención de sus familiares el dinero que podrían invertir en hacer realidad sus propios sueños. Bien mirado, el lema de este 1ro de mayo resulta a la vez cínico y preciso: trabajan los de allá para que vivan los de aquí.
El régimen sigue aplicando la vieja fórmula y el pueblo cae en la trampa cual becerro estúpido. Todos al desfile y de ahí a la feria popular, a caerle encima al pan con minuta y la cerveza a granel; a la ropa reciclada fea y de mala calidad, regada por el suelo, a fin de cuentas los pobres no se fijan en esas cosas; al desincrustante y al detergente líquido; al camión del ajo, la cebolla y el puré de tomate en pepino plástico recalentado al sol; o a un módulo de casi 800 pesos que consistía en un embutido, un galón de detergente y un pomo de refresco.
Cuba es hambre y propaganda. La primera para mantener a la gente atolondrada, la segunda para que la deshonesta izquierda mundial siga creyendo que esta Isla tiranizada es un baluarte indestructible del socialismo. Jamás sabremos los cubanos cuánto nos ha costado el alojamiento y agasajo a la Brigada Internacional Primero de Mayo, integrada por viejos comunistas y jóvenes chaqueteros que visitaron el cubil de chivatos conocido como Asociación “Quisicuaba”, pero permanecieron imperturbables ante la abrumadora indigencia del barrio “Los Sitios”, donde está enclavado.
Durante el desfile, esos mismos extranjeros vieron a muchos cubanos bailando detrás de una conga politiquera. Si en algún momento la devastación de La Habana les causó dudas sobre la utilidad del socialismo, tanta gozadera terminó por asegurarles que definitivamente estamos “pintando juntos el paisaje de la unidad y la continuidad”, otra talla de primaria que lleva la firma de Díaz-Canel.
Cuba es un país maldito, de memoria corta y conciencia aguada. Solo un pueblo sin dignidad puede prestarse a un desfile de apoyo al régimen que prefirió construir hoteles e importar autos de renta en lugar de acondicionar debidamente los hospitales en medio de una pandemia que costó muchísimas vidas por falta de ambulancias, fármacos, insumos y oxígeno medicinal.
Solo un pueblo doblegado sin remedio puede gritar que Cuba vive y trabaja mientras miles de jóvenes, niños de todas las edades y hasta viejos abandonan la Isla, arriesgando sus vidas para alcanzar la frontera sur de Estados Unidos. Arrollar detrás de una conga con semejante tragedia de fondo es inicuo y hace que el corazón duela de pena, de ira. Da vergüenza admitirlo, pero el pueblo cubano tiene lo que se merece, y merece lo que se avecina.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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