Con su pasión ambientalista, Jorge Perugorría estaría acercando a Isla de la Juventud a sumar otro más al exuberante y largo listado de nombres del municipio especial.
¿Isla Verde? ¿Por qué no?
Antes fue, efímeramente bautizada, San Juan Evangelista, tal como la llamó Cristóbal Colón en su segundo viaje al arribar a sus costas en junio de 1494; Santiago, una propuesta de Diego Velázquez; Santa María, por orden real; Ahao, dispuesto por el rey Fernando el Católico en 1525, a partir de un dislate caligráfico que su ignorancia no enmendó.
Hay más. San Paulo o San Pauli, según el cartógrafo italiano Maggiolo. Isla de Pinos, de acuerdo con declaraciones del criado del Gran Almirante, el luso Juan de Salcedo, refiriéndose a lo dicho por los marineros al admirar los copiosos bosques de coníferas.
Igualmente, aparecen Guanaxa, mera confusión con una isla homónima en el golfo de Honduras; Reina Amalia, en homenaje a la tercera esposa de Fernando VII, y Camaraco, derivado de la voz indígena Camarcó, pueblo aborigen en la margen izquierda del río Arimao, en la centrosureña provincia de Cienfuegos.
Fuera de las geonomenclaturas oficiales u oficiosas, la historiografía y la literatura enlistaron algunos otros imperdibles:
Isla de los Piratas, por ser un trasegado apostadero de corsarios y piratas, comercio de contrabando y extracción ilícita de recursos naturales; Isla del Tesoro, por todo lo anterior más la novela homónima del inglés Robert L. Stevenson; Isla de las Cotorras, dada la antigua abundancia de tal especie parlanchina, y Siberia de Cuba, por ser un páramo para deportados políticos durante el régimen colonial español.
En los años 30 un preso político que luego moriría por la República española, Pablo de la Torriente Brau, la llamó La isla de los 500 asesinatos, en alusión a su experiencia en el Presidio Modelo, a partir de la cual escribió carnales reportajes sobre la violencia de la dictadura de turno.
Isla de la Juventud, ahora ya no tanto
De todas las nominaciones, perseveró Isla de Pinos. No fue para siempre. Un babélico programa educacional inaugurado en 1977 con miles de estudiantes, principalmente africanos —aunque también los hubo mongoles y norcoreanos—, movió a Fidel Castro a renombrar al territorio de 2419 kilómetros cuadrados, entonces tapizado de campos citrícolas en una suerte de Edén del Sur Global.
Luego, con el paso de décadas, algunos de los cuadros políticos africanos que han sido o son interlocutores de Cuba se graduaron en esas escuelas como bachilleres. Otros cursaron carreras universitarias en el país caribeño. Para no pocos, aquellos esfuerzos fueron una inversión a futuro.
Desde 1978, y hasta el presente, el territorio, distante a unos 170 kilómetros al sur de La Habana y con poco más de 80 mil habitantes, ha gozado de un reposo léxico.
Ya no hay cítricos, tampoco estudiantes extranjeros (que llegaron a sumar cerca de 20 mil), pero queda su espléndida naturaleza, a la que el famoso actor, director y artista de la plástica Jorge Perugorría pretende convertir en su mejor obra fuera de los platós: un laboratorio ecológico que sea paradigmático en el Caribe insular.
“Creemos que se pueden desarrollar proyectos relacionados con la agricultura sostenible y estimular el emprendimiento y el turismo sostenible en la isla, que tiene todas las condiciones para ello”, dijo el actor, de 59 años, durante una rueda de prensa el viernes en el Taller Galería Gorría.
El inmueble es un PDL, Programa de Desarrollo Local, de la autoría del activista para fomentar las artes plásticas en el barrio de San Isidro, comunidad portuaria y ex prostibularia asociada a una de las leyendas negras de la ciudad: el proxeneta de origen italiano Alberto Yarini, muerto por cinco balazos en 1910.
El factor UE
Perugorría insiste en las bondades de Isla de la Juventud: 60 puntos de buceo en sus aguas someras y límpidas, avistamiento de aves migratorias, senderismo, una reserva natural (Parque Natural Punta Francés) que ocupa la mitad del territorio pinero, pero además gira el reflector hacia grandes extensiones, antes citrícolas, ahora baldías y colonizadas por el marabú. “Allí se pueden desarrollar proyectos de agricultura sostenible”, reitera.
Catapultado al estrellato internacional por su papel en la icónica Fresa y chocolate (1993), el actor agradeció “profundamente” a la Unión Europea y sus Estados miembros. A través de la Unesco, varias de sus embajadas y el proyecto Transcultura han brindado una asistencia decisiva para llevar a cabo la segunda edición del festival Isla Verde, que pasa a ser parte del programa de actividades del Mes de Europa en Cuba por estas fechas.
“Estamos muy felices de contar con la ayuda de la Unión Europea, porque los objetivos del Festival están alineados políticamente con temas que defiende la UE, como la lucha contra el cambio climático”, dijo Perugorría durante la conferencia.
En el ADN del evento aparece el desarrollo de industrias creativas, como parte de los horizontes del sector privado, “para apoyar y concientizar a los jóvenes por medio de charlas, del sistema de educación ambiental, de conferencias, de talleres, de siembra de árboles. Todo eso que el Festival ya hacía, se alinea con los objetivos de la UE”, añadió el fundador del proyecto Isla Verde.
Sus palabras fueron seguidas atentamente por la embajadora de la UE en Cuba, la portuguesa Isabel Brilhante.
“Con la primera edición se sembró una semilla de colaboración. Este es un proyecto ante el cual uno no puede permanecer indiferente”, dijo Brilhante, cuya carrera diplomática la ha llevado a países africanos y a Venezuela, expulsada de este último durante uno de los exabruptos entre Caracas y Bruselas por la imposición de sanciones comunitarias.
La funcionaria confirmó el interés europeo en promover el desarrollo sostenible en la isla pinera, mediante el uso de energías renovables y la incorporación de la niñez y la juventud locales a tal proyecto.
“Son prioridades para la UE y nos complace mucho esta iniciativa y estamos todos muy comprometidos en que sea exitosa”, afianzó la embajadora.
Por su parte, Anne Lemaistre, directora de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la Unesco, establecida en La Habana desde 1950, habló de la conveniencia de “esta alianza fructífera” para “fomentar los conocimientos sobre la educación ambiental y también involucrar a los jóvenes de manera artística”.
La experta francesa ponderó el programa Transcultura para jóvenes emprendedores de 18 a 35 años que tienen como meta la puesta en marcha de industrias creativas culturales conectadas con el cine, la moda, la música y otras manifestaciones del arte.
En la segunda edición de Isla Verde, la Unesco instalará talleres sobre cinematografía, fotografía y periodismo medioambiental, además de la proyección de cortos relativos al tema climático.
“Habrá talleres sobre huertos escolares y sobre la lucha contra el plástico, así como charlas alrededor de la economía circular”, detalló Lemaistre, anteriormente al frente de la oficina de la Unesco en Camboya y Costa de Marfil.
Bombas de profundidad
Una de las bombas de profundidad del evento pinero son las conferencias que dictarán dos miembros sobresalientes del IPCC —Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas— que en 2007 fue galardonado con el premio Nobel de la Paz, junto con el exvicepresidente de Estados Unidos, Albert Arnold (Al) Gore Jr.
Se trata de los doctores Diana Ruiz Pino, oceanógrafa y climatóloga colombiana, pionera en el estudio de la evolución del CO2 y la acidificación del océano, relacionado con el impacto ambiental para los ecosistemas marinos; y Ramón Pichs Madruga, experto en ciencias económicas, quien en 2023 resultó electo vicepresidente del IPCC, durante su período 59 de sesiones en Nairobi, Kenya.
Otro de los imanes será la exposición de los resultados del bojeo a Cuba realizado en 2023 por un grupo interdisciplinario de científicos cubanos y extranjeros a bor