En el ámbito legal, la «culpa in vigilando» es una responsabilidad especial que se aplica a quienes tienen un deber específico de vigilancia sobre otras personas (padres, titulares de centros educativos, empleadores). Un ejemplo sería la responsabilidad de los padres por los daños causados por un menor de edad.
En el Derecho administrativo cubano existe una variante de «culpa in vigilando» llamada «responsabilidad colateral». La responsabilidad recae sobre dirigentes y funcionarios estatales que, sin ser responsables de hechos cometidos por sus subalternos, tienen la responsabilidad de evitar que estos acontezcan.
Alejandro Gil Fernández, exministro de Economía y Planificación, fue acusado de cometer «graves errores» en el «desempeño de sus funciones» durante la emisión nocturna del Noticiero Nacional de Televisión del 7 de marzo de 2024. La nota oficial asegura que Gil será puesto en manos del Ministerio del Interior para esclarecer las conductas por las cuales se le acusa.
La posible acción penal contra Gil Fernández motiva una pregunta, más allá del accionar del exfuncionario. ¿Dónde quedó la «culpa in vigilando» y la «responsabilidad colateral»?
Prefiero no hablar de Gil, su destino es el fruto de sus decisiones. El resultado de participar activa y conscientemente en un sistema que no entiende de reglas de justicia o de debido proceso. El resultado de haber contribuido a que otros como él sufrieran la furia de los privilegiados.
Prefiero hablar de lo que hay detrás de la noticia. Gil puede ser, como muchos en su posición, un funcionario mentiroso y corrupto, pero su falta de honestidad no es la raíz de los problemas actuales en Cuba. La muestra más fehaciente es que hace apenas un mes, Díaz-Canel (por partida doble) y el Ministerio de Economía y Planificación se desbordaban en agradecimientos y abrazos en la red social X hacia quien hoy es catalogado de corrupto e insensible.
El 2 de febrero de 2024, los medios oficialistas anunciaron la destitución de Alejandro Gil y de los titulares de los ministerios de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y la Industria Alimentaria. La medida fue presentada como «movimiento de cuadros».
La propaganda cubana, liderada por una periodista recientemente galardonada con el Premio Nacional de Periodismo y miembro del equipo de comunicación de Díaz-Canel, aseguró que tras la destitución de Gil se desató una campaña de desinformación impulsada por los medios del sur de Florida.
Los propagandistas afirmaron que los «analistas de pacotilla» omitieron la información oficial en la cual se reconocía la dedicación de los destituidos a la tarea y que asumirían otras responsabilidades. También resaltaron que, en comparación con otras destituciones, la de Gil fue acompañada por un reconocimiento público y notorio a sus esfuerzos en momentos difíciles para la nación. Como ejemplo de que no había «truene» alguno mencionaron el mensaje de Díaz-Canel en X, que «fue respondido con palabras de dignidad y altura por los afectados».
La apología de Arleen Rodríguez y compañía a Alejandro Gil Fernández en el podcast «Chapeando bajito contra las fake news» envejeció muy rápido. Pero dejó un párrafo imprescriptible y que podría ser utilizado por la defensa de Gil —si es que algún día lo enjuician—: «Los ministros relevados [en Cuba] no se van, como en otros países, con la cartera llena. Son compañeras y compañeros que terminan una tarea realmente dura y demandante que ha supuesto esfuerzo y entrega».
Muy mal parada ha quedado la