MADRID, España.- Lino Tomasen, conocido como “el hombre de hierro cubano”, ha llevado su singular historia de fuerza a los corazones de muchos. A través de su testimonio, compartido con CubaNet, revela una infancia marcada por la superación y una enseña, para él fundamental, transmitida por su padre: “la fuerza evita los problemas, la debilidad los crea”.
Desde temprana edad, Lino se dedicó a fortalecer su cuerpo de una manera poco convencional: propinándose martillazos. Esta práctica, que para muchos parecería incomprensible, se convirtió en la base de su fuerza física y mental.
Lino nació con dificultades, incluso se le consideró muerto al nacer. Su padre le dio la energía que lo trajo de vuelta a la vida.
“Bueno, yo nací muerto. Mi padre les dijo a los doctores, ‘tienen que sacarlo antes de tiempo, porque viene con doble circular en el cuello’, y mi padre es un gran médico. Entonces los médicos veían que yo venía bien y ahí me dejaron una hora hasta que se dieron cuenta de que algo pasaba porque yo no nacía. Le hacen cesárea a mi madre y se dieron cuenta de que yo estaba muerto. Venía con doble circular en el cuello. Me ponen en una bandeja y le dicen a mi padre, ‘Lino, tenía razón, su hijo acabar morir’. Mi padre apartó al médico y me dio energía, y cuando me dio energía, vuelvo a revivir”, relata.
Su infancia, en palabras suyas, fue feliz y marcada por el amor de “unos padres extraordinarios”. Desde la escuela destacó