La paciencia en Ifá es la habilidad de esperar sin perder la esperanza. Significa perseverancia, resistencia y sensatez. Es el poder combatir la inconformidad sin quejarse.
Frase de Ifá
Crecí rodeado de fe. En mi familia materna tenía explicaciones tanto sentimentales, de buena educación y herencia, como de una especie de fuerza sobrenatural atribuible a dios o a los orishas (divinidades) del panteón yoruba.
Desde pequeño, cada año las vacaciones con mi padre tenían un toque o matiz de religión afrocubana. El abuelo de mi madrastra Marielena, José Montalvo, alias Paíto, era un babalawo reconocido no solo en el municipio de Martí, sino también en buena parte de la provincia de Matanzas.
Por su «cuarto-panteón» desfilaban creyentes y no creyentes en busca de consejo para encarar sus problemas, hallar vaticinios, o sencillamente «mirarse» y recibir orientación, si era necesario realizar alguna ofrenda.
Mi tía Lissette, hermana de mi madre, coronó Oshún en 2001; su hijo, mi primo Riger, coronó Shangó en el propio año y es babalawo; mi esposa Madelaine y mi hijo Enzo Samuel recibieron la mano de Orula de dos sacerdotes de Ifá, Fernando y Serafín, a quienes considero babalawos de mucho conocimiento y prestigio, personas íntegras y de bien, además de que poseen toda mi confianza.
A tenor de los vaticinios de la Casona de 10 de Octubre, este 2024 reinará como santo Elegbá, acompañado de Yemayá. Foto: Tomada del Facebook del grupo Ashé
Tales afluentes de aproximación hicieron que con el tiempo incorporase lecturas complementarias sobre la religión yoruba, y que hoy me acerque a una de las ceremonias más seguidas por practicantes o no, en diversas regiones del mundo a donde esta creencia se ha extendido, y que ven en la Letra del Año una especie de guía para enrumbar sus vidas, tomar decisiones y obrar durante los siguientes 365 días.
Génesis de una tradición ancestral
La Letra del Año es una forma de adivinación y consulta usada para obtener orientación espiritual y predicciones para el año entrante. Se basa en el sistema de adivinación Ifá, practicado por los babalawos, y se centra en la interpretación de los oddun (principal elemento del sistema adivinatorio de Osha-Ifá). Nace en el signo Ogbe Tua (número 28 en el orden señorial de Ifá).
Durante la ceremonia, los babalawos consultan al oráculo de Ifá para obtener mensajes y orientación de los orishas y egguns sobre eventos futuros y asuntos importantes, a los que pudiera enfrentarse una sociedad en el año en curso.
Según referentes históricos, el precursor de esta práctica en nuestro país fue Adhesina Obara Meyi (Ño Remigio Herrera), fiel adepto de la religión yoruba en Nigeria, que entró como esclavo a Cuba en 1830.
Según la historia, Adhesina Obara Meyi (Ño Remigio Herrera, en la foto) y Ño Carlos Adé Bí realizaron la primera ceremonia de la Letra del Año en Cuba a fines del siglo XIX. Foto: Tomada de Cibercuba
Al conocer que se lo llevarían a otra tierra, Adhesina Obara Meyi decidió tragarse el fundamento representativo del orisha Orula u Orunmila, para conservarlo y continuar con sus prácticas religiosas, aun lejos de su nación. Una vez en la Isla fue vendido como esclavo en Matanzas y en 1833 fue obligado a bautizarse. Su nombre cambió a Remigio Herrera, pero, por su sabiduría e inteligencia se ganó el respeto y admiración de otros esclavos, por lo que recibió el título distintivo de Ño (don, señor).
Las prácticas yorubas, incluida la lectura de la Letra del Año, estaban prohibidas por los colonos en Cuba. Sin embargo, las habilidades de Ño Remigio Herrera propiciaron que su amo lo enviase como hombre de confianza a La Habana para atender algunos negocios. Allí tuvo oportunidad de retomar sus tradiciones. Conoció a Ño Carlos ―Adé Bí Ojuani Boká― un africano liberto sacerdote de Ifá, que con astucia había logrado iniciar rituales propios de su religión.
Ño Carlos ayudó a Ño Remigio a retomar su religión, «lavó» el fundamento que años antes había tragado y se convirtió en su mentor y padrino, fortaleciendo sus conocimientos en el ejercicio del culto. Poco a poco ambos empezaron a realizar variados rituales religiosos hasta que leyeron la primera Letra del Año en Cuba, de la cual no se ha documentado fecha exacta, pero se presume que fue a fines del siglo xix.
En 1902 Ño Remigio tenía la salud débil ―murió el 27 de enero de 1905 en La Habana― y uno de sus ahijados continuó la tradición. Tata Gaytán asumió el liderazgo de la ceremonia de la Letra del Año con el apoyo de otros babalawos experimentados. Bernardo Rojas heredó los orishas mayores de su padrino y se encargó de dirigir la Letra del Año, tutelado por Tata Gaytán. Así se continuó la tradición religiosa.
Balalawos de la Comisión Organizadora de la Letra de Año Miguel Febles Padrón (Casona de 10 de Octubre), participantes en la ceremonia de la Letra del Año 2024. Foto: Tomada del Facebook de dicha organización religiosa
Los babalawos tienen la palabra
Se presume que al menos una docena de países han acogido la tradición de Ifá de leer la Letra del Año, debido, en gran medida, a que babalawos cubanos la han extendido a otras latitudes.
Sin embargo, en Cuba ocurre un fenómeno inusual: convergen dos ceremonias para esa lectura. Una, por parte de la Asociación Yoruba de Cuba, institución religiosa que reconoce el Estado —publicada en medios estatales—, y la otra, por los babalawos pertenecientes a la Casona de 10 de Octubre, sin vínculo gubern