Es un hecho. El gobierno al destapar un conjunto de decisiones sumarísimas que, apuntando a solventar el enorme déficit fiscal que se acumula, hará estallar una bomba de inflación a corto plazo. Y la razón es muy sencilla. El enfoque sigue siendo exactamente el mismo que ya ha demostrado de sobra su fracaso: Rentismo y Control, en lugar de apostar decididamente por el Fomento.
Del alud de medidas lanzadas por el Primer Ministro en su paquete sorpresa, me voy a detener en dos de las que entrarán en vigor con carácter inmediato: el crecimiento de los aranceles y la extensión del impuesto sobre las ventas a la comercialización mayorista.
Como el análisis giró en torno a las importaciones privadas, primero debe aclararse que no hay ninguna reducción arancelaria, al menos para este sector. Todas las importaciones que realicen los privados a partir del año próximo enfrentarán pagos arancelarios aproximadamente 5 veces superiores, al considerarles ahora una tasa de 1x120cup (antes era 1×24). Por algunos productos se van a pagar aranceles aún mayores porque la tarifa arancelaria será mayor. Para otros productos los aranceles van a aumentar menos porque su tarifa tendrá bonificación. Pero absolutamente todos van a subir. Este incremento, nos guste o no (pues así ocurre en cualquier economía con mercados restringidos por la oferta o con bajos niveles de competencia), será probablemente traspasado por toda la cadena hasta llegar al precio del consumidor final, con un impacto directo sobre el poder de compra de los ingresos personales de todos.
A esto se suma, además, la nueva obligación al sector privado de tributar el 10% de impuesto sobre las ventas, no solo por la comercialización minorista sino también por la mayorista. Por cierto, el principio de igualdad que obliga a que un sistema tributario exija iguales tributos a contribuyentes con condiciones iguales, en