¿Cómo hablar de educación y responsabilidad sexual en un país cuyo gobierno no garantiza hace años el abastecimiento de anticonceptivos y barreras de protección contra enfermedades venéreas? Esta fue la interrogante con la que comencé la investigación sobre salud y educación sexual y reproductiva en Cuba.
¿Y cómo se protegen? No hay preservativos y solo se adquieren en el mercado negro y a precios muchas veces privativos. El derecho a tener relaciones sexuales protegidas en Cuba se ha convertido en lujo. ¿Optamos por la abstinencia o por el riesgo?
Ante la preocupación —que no es del 2023, sino que ha perdurado durante años— fui buscando respuestas. Entre el pasado 27 de junio y 20 de julio, llamé desde Buenos Aires a la Unidad de Promoción de Salud y Prevención de Enfermedades en dos ocasiones y al Centro de Higiene y Epidemiología del Municipio Diez de Octubre, ambos en la capital del país.
Concretamente, las personas que me atendieron vía telefónica resolvieron con la respuesta: «los condones aquí no existen». ¿Cómo se protege la salud sexual en Cuba? Desde hace más de cinco años la crisis de condones está marcada, y se ha hablado en más de una ocasión sobre el tema, pero al parecer, sigue sin ser una prioridad. Esto ocurre a pesar que el gobierno cubano figura entre los Estados firmantes de la Declaración de París para poner fin a la pandemia del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida) para el año 2030.
Tras el incremento de casos del virus entre los años ochenta y noventa del pasado siglo, Cuba asumió una postura proactiva en la prevención de esta enfermedad y concientización sobre la protección en las relaciones sexuales. Surgieron los centros de prevención, se desplegaron campañas y los programas de salud como el de Atención Materno Infantil (PAMI) enfocaron sus esfuerzos para evitar mayores grados de infección, erradicar la transmisión congénita de madre a hijo y prevenir contagios accidentales.
En las farmacias desde entonces se podían adquirir con facilidad y a precios accesibles los preservativos; asimismo, en las unidades de promoción de salud había stock de condones, test rápidos para la detección del VIH y se brindaban asesorías a grupos de riesgo y a todo aquel que quisiera obtener información. Se comenzó a hablar de diversidad, de prácticas, de comunidades y de esta manera, la educación sexual y reproductiva parecía reconfigurarse. Pero ahora, ¿en qué punto estamos?
Recuerdo que en el año 2018 comenzó la mayor crisis de preservativos en la red de farmacias nacional. Hasta la fecha se comercializaban las marcas Vigor y Momentos, principalmente, las cuales podían adquirirse también en algunos comercios gastronómicos.
Los últimos preservativos Vigor que compré fue en Holguín, y fue causa de risa, pues cargué todo el viaje con 48 cajitas que más tarde terminaron por agradecerme, pues mis amigos se vieron favorecidos por mi previsión. Entre el 2019 y 2020, en los Centro ProSalud podían adquirirse de manera discreta y en las Farmacias Internacionales, destinadas al turismo, existía algo de disponibilidad.
Durante la efervescencia de esos años iniciales, hubo campañas y los activistas acudían a las escuelas secundarias y pre-universitarios a ofrecer charlas; y en la televisión también aparecieron programas que facilitaban información y orientación. Luego de la depresión general, uno de los grupos más preocupantes siguen siendo los y las adolescentes. ¿Acaso conocen a dónde acudir a la hora de obtener información profesional, asesoría, acompañamiento, realizarse un examen diagnóstico, adquirir barreras de protección? ¿Cómo pueden tener relaciones sexuales protegidas si sus padres no les dan dinero para adquirir preservativos en el mercado informal?
Lo que en algún momento pudo contemplarse en los programas de formación, en la actualidad se ha quedado en la atrasada percepción de que entender la sexualidad se da de manera empírica y de boca en boca.
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