En su ser anidaba el arte, que es albergar la belleza, cobijar el bien. En marzo de 1944, el Teatro de Oriente acogió la presentación del ballet El lago de los cisnes, por la escuela Pro Arte de Oriente. En el programa en el cual aparecen los nombres de los bailarines, cuenta el suyo, que estará también en la lista de voces de la coral universitaria, que integraría en condición de solista, dada su voz de soprano.
Apasionada de la música tradicional y del carnaval santiaguero, su alma vibraba ante lo exquisito. Y hubiera transitado con gallardía el camino de la creación si no fuera porque otro rumbo, no menos hermoso e inmensamente digno, hizo girar sus pasos. Cuba sufrida clamaba, y ella acudió.
Decidió entonces dedicar sus días a la más hermosa obra, la de la Revolución. Cambió sus zapatillas de ballet por armas, con la certeza de que, de no arrancarle con las manos la libertad al tirano, esta tierra jamás le pertenecería a los cubanos.
En su casa ya no se ensayaban coreografías. Convertido en cuartel general de la clandestinidad en Santiago, en aquel hogar se diseñaban los caminos que debía transitar el pueblo de la Isla para dejar de ver con «honda vergüenza a los viejos mambises con sus medallas gloriosas sobre la ropa raída, y mujeres, niños y ancianos pidiendo limosnas en las calles».
Volantes, folletos y mensajes llenaban el bolso de la silenciosa muchacha que desandaba la ciudad con insospechada valentía, utilizando sus ardides para despistar a los soldados y apoyar a los rebeldes, quienes –desde las montañas– cambiaban para siempre la oscura historia de este país.
Luego, cuando la policía batistiana la tuvo en la mira por su irreverencia y las constantes acciones revolucionarias, y ya no existía un sitio seguro para ella, aunque el pueblo de su natal Santiago la cobijara siempre; se fue a la guerrilla, al Segundo Frente Frank País, comandado por quien sería en lo adelante su compañero en la lucha y en la vida.
Ya en la flor del triunfo se dispuso a aniquilar todo rezago de discriminación hacia la mujer, buscando su incorporación plena a la nueva sociedad: «El mito del sexo débil se ha hecho trizas ante la realidad de una fémina que no ha vacilado en ocupar las trincheras de combate junto a los hombres, que no ha escatimado esfuerzos en cada una de las tareas acometidas por nuestro pueblo en el complejo camino de su desarrollo», sostuvo.
Su dichosa existencia –marcada por una profunda sensibilidad en perfecto equilibrio con sus fuertes convicciones– la dedicó por completo a la labor pedagógica, a la protección de los desvalidos, a la defensa de la igualdad social.
Dulce y firme, vital en el amanecer del 1ro. de enero de 1959, artífice de la emancipación femenina en la isla rebelde, figura esencial en la clandestinidad y en la Sierra Maestra, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de su Buró Político, y eterna Presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, ella es –entre tantas realidades– arte e inspiración del poeta que ve en su figura, siempre presente a pesar de su adiós terrenal hace ya 15 años, un motivo permanente para escribirle y cantarla.
VILMA EN JUNIO
Junio trajo la lluvia tempestuosa,
La estrella natural que mece el viento.
Junio poblaba el mar sentimiento
Con la fina presencia de una rosa.
Vilma sabrá guardar la primorosa
espuma fiel de un cielo derramado
como el silencio de un bienamado
bajo el cristal amigo de otra rosa.
Yo la vi levitar como una estrella
viva, serena, amena, encendida.
Vilma, brillando aún como estrella.
En la perenne rosa convertida,
hecha canción y sueño realizado
como una clara estrella amanecida.
Nancy Morejón