Cuba disputará este domingo la corona del campeonato panamericano de beisbol en la categoría Sub-23 frente al elenco anfitrión, México, en la ciudad de Aguascalientes. La selección de la Mayor de las Antillas se ganó la condición de finalista con una épica remontada cuando, a falta de tres outs perdía ante Nicaragua por 5-3, en el partido semifinal.
En esa última oportunidad al bate, el granmense Francisco Venecia pegó jit al jardín izquierdo, momento a partir del cual el pitcheo nicaragüense perdió el control y golpeó, de manera consecutiva, a los siguientes tres bateadores: el cienfueguero Danny Oramas, el mayabequense Javier Carabeo y el pinero Luis Rojas, para que apareciera la tercera anotación caribeña en la pizarra. La cuarta la empujó el espirituano Alejandro Escobar, con roletazo por tercera con el que se completó el out forzado en segunda.
La escena quedó lista, entonces, para que el villaclareño Yuri Fernández, sí el hijo del popular Yuri, un ferviente aficionado de los Azucareros, se pusiera el traje de súper héroe con enorme batazo por todo el jardín central, empujando el empate y la decisiva.
Con el juego 6-5, los que se pusieron a tres outs de la derrota fueron los campeones defensores de esta categoría en América. Ante tanto abolengo y, además, frente a un plantel que le había ganado cuatro juegos consecutivos a Cuba en este rango de edad, el mentor Armando Johnson, quien había movido acertadamente su pitcheo para que el contrario nunca se le separara, trajo al hombre más grande la lomita en la 61 Serie Nacional: el huracán Marlon Vega. La misión era preservar la ventaja y el pase a la final, nada menos que con el tercero, el cuarto y el quinto turnos de los contrarios en la caja de bateo. ¿El resultado? Tres ciclónicos ponches, con los que Cuba quebró la racha negativa con los pinoleros.