Recuerdo con absoluta nitidez aquella noche veraniega de 2005, cuando en el van que nos regresaba al hotel, Rick Wakeman, el legendario tecladista de Yes, le comentó a su mánager la actuación del trovador Santiago Feliú, de entre el grupo de músicos que homenajeaban al relevante artista británico en los jardines del Instituto Cubano de la Música. Fue de tal magnitud el impacto provocado por Santiago, que hasta se nos manejó la posibilidad de que fuera invitado a compartir con Yes en Inglaterra.
Era de esperar. Si para un músico de formación académica clásica como Wakeman, el haberse quedado literalmente choqueado por el inusitado atrevimiento de tocar la guitarra de un modo tan libérrimo como lo hizo Santiago, y además lo hiciera extremadamente bien, es porque le explotó en pleno rostro el desenfado de un artista visceral acompañado del ángel de los elegidos.
Ese hubiera sido su criterio nada más de poder captar las audaces imágenes de una lírica tan propia como su forma de abordar la música, por la convicción de alcanzar una efectiva comunicación en la medida en que consiguiera ser él mismo. Y desde semejante perspectiva, Santiago también sienta escuela en relación con los músicos que se dejan ser sometidos a las leyes del mercado, al concebir su profesión como un hacedor de canciones de arte que requieren de la mayor libertad de creación posible.
Tal y como afirman sus amigos más cercanos, este trovador, al igual que su hermano Vicente, no tomaba ninguna decisión sin que hubiera sido cuestionada previamente desde la honestidad de su corazón. De ahí se explica sus temporadas en países como Colombia, de donde fue expulsado por sus vínculos con el grupo guerrillero M-19; o en Argentina, donde parecía que la emblemática pieza Ansias del alba era una obra en homenaje a los desaparecidos, mientras que otros la asumen como un canto a nuestro país, cuando en concreto la dedica en un gesto de solidaridad al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Esa habilidad suya para profundizar en realidades otras, le permitieron un justo y equilibrado razonamiento en torno a la Revolución como país bloqueado y asediado por el gobierno que «solo con un presidente antimperialista cambiaría a los Estados Unidos y entonces sería amigo del pueblo cubano».
Recordémoslo en el que sería su cumpleaños 60, con los optimistas versos de su canción La isla de Fidel: Revolución querida / sobreviva / vida de tu nación / revoluciona por tu amor / cada vez más / tu corazón.