LA HABANA, Cuba. – Mientras la tarde avanza hacia la noche, el berimbau sigue marcando el ritmo con que los capoeiristas deben “jugar” en la roda. El güiro y la pandereta tampoco callan: acompañan hasta el final cada acrobacia sobre el piso del local que en la calle Zapata, de La Habana, acoge al grupo Simplesmente Capoeira (SC).
Entre más de 20 practicantes, a simple vista destaca Alfredo Ernesto Sánchez Candó, un hombre alto y delgado que mientras canta y toca el berimbau, reparte indicaciones a los estudiantes para perfeccionar la secuencia de expresiones corporales que, en este arte marcial de origen afrobrasileño, combinan la lucha con la danza.
Fuera del círculo de jogo-luta (juego-lucha), cuenta que tiene 31 años y es licenciado en Contabilidad y Finanzas. Una década atrás comenzó a practicar capoeira con Marlon Torrientes Pomares, conocido en el mundillo como “Instructor Nego”, quien se radicó en Alemania y goza de fama internacional por ser el primer cubano en ganar un Campeonato Europeo.
Hace cerca de dos años que Alfredo asumió como profesor interino de SC. Con asesoría virtual desde la sede de la escuela, en España, su trabajo se ha concentrado en mantener el estilo creado y en defender la autonomía del grupo como “espacio de resistencia subjetiva y cultural frente a la polarización de las instituciones nacionales”. Sobre estos y otros aspectos, conversó con CubaNet.
―¿Por qué escoges practicar capoeira y no otras artes marciales que tienen mayor arraigo en la Isla?
―Fue por esa curiosidad que tenemos los cubanos. Un día pasaba y por casualidad encontré un grupo de personas que estaban practicando. Me llamaron tanto la atención aquellos movimientos que fui a conversar con el instructor y en la siguiente sesión de entrenamientos ya formaba parte de Caimán Capoeira, o Caimán Cuba, como también se conocía el grupo. El entrenador por aquel entonces era Marlos Torrientes Pomares, el Instructor Nego, a quien le debo muchísimo como capoeirista.
De cierta forma fue también la curiosidad la que hizo que la capoeira se quedara en Cuba. Nuestros primeros practicantes también se sintieron atraídos por esta disciplina a finales de los años 90, cuando los estudiantes brasileños de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), en sus tiempos libres, comenzaron a practicarla aquí ―en su país es una expresión cultural, una tradición―. Fue así que se integraron y nacieron los primeros grupos cubanos con maestros brasileños, quienes se graduaron como médicos y se marcharon, pero dejaron ese legado.
―¿Cómo surge el cambio de Caimán Capoeira a Simplesmente Capoeira?
―Eso fue hace unos siete años, a raíz de que el Instructor Nego se marchara al extranjero en busca de mejores oportunidades. El grupo había quedado un poco perdido; entonces llegó a Cuba David Balaesos, un contramestre español muy reconocido que es el creador de SC y que enseguida vio en nosotros ese diamante en bruto que se podía pulir. Somos cubanos pero pertenecemos a una escuela extranjera; no tenemos vínculos con ninguna institución del gobierno.
―De cierta manera eres el rostro de SC en Cuba. ¿Cómo es que llegas a convertirte en profesor del grupo?
―Poco antes de la llegada de la COVID-19 nuestros instructores se habían marchado del país, no de manera indefinida pero al llegar la pandemia no pudieron regresar. El grupo estaba acéfalo y yo ya me había graduado así que tuve que asumir, siempre con la asesoría de mis mayores que a través de internet supervisan los entrenamientos y están al pendiente de cualquier inquietud o decisión que se deba tomar. No hago nada deliberadamente, todo tiene una metodología, unas reglas y una filosofía que rigen los entrenamientos y nuestras vidas en el plano social.
―Cuéntanos de los retos que has tenido que enfrentar en ese nuevo rol.
―Son muchos. Lo primero ha sido trabajar en desmontar ese falso mito de que la capoeira es un deporte para delincuentes. También tenemos dificultades para conseguir las telas para los uniformes, que no las hay en los comercios estatales y en el mercado negro son muy costosas. Los instrumentos, por ejemplo, no tenemos cómo adquirirlos y somos nosotros mismos quienes los construimos sustituyendo los materiales originales por otros de propiedades similares.
Pero quizás lo más difícil esté en el plano deportivo. Si se ha logrado incorporar a más practicantes es gracias a las exhibiciones que constantemente hacemos en espacios abiertos, en especial en la Plaza Vieja del casco histórico de la ciudad, donde estamos todas las tardes de sábado, y a esa curiosidad que mencionaba antes. Ha faltado el interés de los medios de comunicación y el apoyo de las instituciones.
―¿Han intentado encontrar apoyo en el Instituto Nacional de Deportes Recreación y Educación Física (INDER)?
―En ese punto existe gran discrepancia. Desde el primer momento se criticó que la capoeira cubana tuviera el asesoramiento de un extranjero y se asumió como el nacimiento de una organización no gubernamental. El INDER ya tiene una Asociación Cubana de Capoeira (ACC), que en teoría es quien nos debe representar, pero en la capoeira, a diferencia de otros deportes, cada grupo tiene su ideología propia libre de conceptos políticos, así como sus estatutos, su metodología de entrenamiento con un estilo único, propio. Las divergencias vienen porque la ACC pide que se renuncie a esos principios, que sería lo mismo que cambiar la esencia misma de algo que, más que un deporte, es una filosofía de vida. Sin someternos a esos cambios seguimos aislados por las instituciones.
―¿Qué consideras que se necesita para que la práctica de la capoeira se consolide en Cuba?
―Lo primero es que las personas que pueden hacer algo, los que están al frente de las instituciones, dejen atrás esa mentalidad antigua. En Cuba hay seis grupos de capoeira y uno solo no pertenece a una escuela extranjera, o sea, casi todos pasamos por lo mismo. En estos momentos hay uno que tiene toda su estructura perfectamente formada, tiene uniformes, logo, estatutos, etc., y pide integrarse a la ACC, pero como no cumple con las exigencias está igual que nosotros, atrapado en esa telaraña. Nos hace mucho daño porque por ahí se nos puede escapar cualquier patrocinio que aparezca, la posibilidad de acceder a galas internacionales y a exhibiciones en teatros y plazas nacionales. No contamos con apoyo logístico ni se divulga lo que hacemos, y no hay nada peor que el anonimato.
Pienso que deberían dejar que maestros extranjeros vinieran a Cuba, porque es la única manera de aprender más allá de lo que sabemos, de elevar nuestro techo que, de por sí, hace tiempo ya que está estancado. Deberían dejar de ver a la capoeira como un enemigo, porque solo promueve la hermandad, la solidaridad y las buenas prácticas morales. Gracias a eso hemos logrado que muchos jóvenes salgan de las calles y hoy sean personas de bien.
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