Camagüey.–Una combinación equilibrada de alta natalidad y cero muertes vacunas constituye, entre otros, un indicador de eficiencia que ubica al campesino Jorge Michel Aguilar entre los mejores productores del país, por los niveles de entrega de leche y de carne a las plantas procesadoras.
Sevilla es el nombre de la finca, adscrita a la cooperativa de créditos y servicios Álvaro Barba Machado, en Sibanicú, donde el espigado vaquero, secundado por un pequeño colectivo de trabajadores, aprovecha cada palmo de tierra para transformarlo en fuente segura de una amplia variedad de alimentos.
Más de 700 reses de la raza Mestizo Siboney (lechera) pastan en la posesión de 269 hectáreas, debidamente acuartonada para garantizar la rotación de los animales por los potreros ricos en hierba fresca, dieta que se refuerza con el suministro de plantas proteicas y la garantía de agua, aun en medio de secas extremas.
Pero ahí no queda todo: con una exquisitez que raya la perfección, la Sevilla dispone de una cuadra para 28 equinos, cochiquera, áreas destinadas a la cría de carneros, conejos y aves de corral, además de varios estanques donde se dan los primeros pasos en el fomento de peces de agua dulce.
«Aquí hemos logrado cerrar el ciclo en la producción ganadera, lo que demuestra todo lo que es posible hacer cuando uno se lo propone», asegura Michel Aguilar, al referirse a la existencia en la finca de un biodigestor, un saladero de pieles y una losa sanitaria (matadero) que presta servicios a los campesinos de la zona.
A partir de esos resultados integrales, el vaquero accedió el año pasado al sacrificio de 59 reses, cuya carne, además de la empleada para el consumo familiar, tuvo como destinos la venta en instituciones de la Salud, en comunidades cercanas y en forma de donativos a personas en situación de vulnerabilidad
DATOS ESPERANZADORES, PERO DISTAN DE LO IDEAL
Como dijera un avezado montero, otro gallo cantaría en las llanuras camagüeyanas si el ejemplo de Jorge Michel Aguilar dejara de ser una excepción y se convirtiera en regla común para la mayoría de las entidades pecuarias, donde primen de manera cotidiana el orden, el control, la disciplina y la exigencia.
Si bien se observa en los últimos años en la provincia un ligero y sostenido crecimiento de la masa bovina, los especialistas consultados coinciden en afirmar que podría ser mucho mayor, de concretarse una efectiva reducción de la mortalidad vacuna, considerada el talón de Aquiles de la ganadería local.
Las estadísticas de cierre anual ofrecen, sin embargo, un dato que a todas luces resulta esperanzador: se produjeron 13 467 muertes menos que durante el calendario anterior; tendencia favorable hacia la baja, reiterada en enero con 643 fallecimientos por debajo de lo sucedido en igual mes de 2021.
Carlos Esteban Fortune Nápoles, jefe del Departamento de Sanidad Animal de la Delegación Provincial de la Agricultura, explica que, aunque constituye el segundo mejor resultado de los últimos 20 años en la ganadería de Camagüey, se logra un índice de 4,8 %, superior al permisible (4 %) que mide la eficiencia en la mortalidad.
«A la provincia, añade el médico veterinario, le ha costado siempre mucho trabajo bajar de 5 %, debido, como causa fundamental, a la insuficiente alimentación y a los problemas con el suministro de agua a los animales, un asunto que se repite de año en año sin que haya una respuesta a la altura de las necesidades».
Lo cierto es que, no obstante la reducción lograda, todavía es alto (27 877), el número de muertes anuales, buena parte de ellas por desnutrición, indicador negativo con mayor notoriedad en Guáimaro, Sibanicú, Jimaguayú y Camagüey, municipios donde, precisamente, se concentra la principal cuenca lechera del territorio.
IMPOSIBLE CRIAR SIN AGUA Y SIN COMIDA
La falta de una adecuada y oportuna preparación incrementa la influencia de circunstancias sumamente perjudiciales para el buen hacer vaquero, como las prolongadas sequías que inhabilitan micropresas y secan tranques y pozos, lo que obliga a suministrar agua con pipas, en cada campaña, a miles de cabezas de ganado.
A tales problemas se suman otros que dependen del actuar de los hombres, entre estos el no cumplimiento de los compromisos de siembra de pastos, forrajes y plantas proteicas, las violaciones de las normas de manejo, la sobrecarga de animales por alta infestación de marabú y los deslices en la actividad reproductiva.
«No siempre, agrega Fortune Nápoles, el servicio veterinario, tanto estatal como empresarial, exige a la altura que se requiere por la estricta observancia de las normas de tenencia y manejo establecidas para la ganadería vacuna y lo que está regulado en la política de sanidad animal en Cuba».
Al respecto, refiere el especialista que es muy bajo aún el número de unidades protegidas en materia de bioseguridad, condición que se obtiene sobre la base de una evaluación que define como invalidantes el tema del agua y la comida. «No se puede criar animales, enfatiza, sin estos dos requisitos».
Como paliativo ante tal situación, Fortune Nápoles califica la ejecución del Proyecto de Desarrollo Ganadero (Prodegan), a través del cual la provincia recibe equipos e implementos que deben tener un impacto favorable en la preservación de los rebaños, en la disminución de la mortalidad y en el orden productivo.
Para cumplir tan importante encomienda, es preciso cambiar concepciones demasiado trilladas y librarse de justificaciones y explicaciones de todo tipo, pues el problema de la recuperación ganadera no es un asunto coyuntural, sino altamente estratégico para la economía provincial y nacional.
BRECHAS A CERRAR: NATALIDAD, HURTO Y FALTANTES
Otros flancos por donde escapan las posibilidades de un crecimiento significativo de la masa bovina tienen que ver con la baja natalidad, el hurto y sacrificio ilegal de ganado, y los llamados «faltantes», categoría que no pocas veces esconde los frutos de artimañas, embustes, robos y desvíos con fines de lucro.
A esa última estadística van a parar las secuelas del descontrol y la desidia por el no conteo sistemático y veraz de los animales, desde los propietarios hasta las instancias encargadas de ese proceder, que de cumplirse como está establecido permite detectar a tiempo cualquier anomalía y evita males mayores.
Ello obliga también a extremar en cada lugar las medidas de protección y control del rebaño ante la acción depredadora de matarifes y malhechores, que atentan en los campos contra el patrimonio colectivo e individual y no siempre encuentran una respuesta contundente y aleccionadora por parte de los afectados.
Tal situación constituye un alerta para los propietarios de animales, quienes tienen la responsabilidad de protegerlos y establecer las medidas de cooperación pertinentes entre las fuerzas de la Policía Nacional Revolucionaria y las entidades agropecuarias de cada zona para fortalecer la vigilancia colectiva.
Queda claro, entonces, que el resquebrajamiento de la guardia obrera, el contubernio con algunos agentes de protección, la negligencia administrativa y la falta de responsabilidad en la preservación de bienes tan valiosos, constituyen hoy asuntos no resueltos en la labor preventiva.
La vida demuestra que allí donde son más eficaces las acciones de enfrentamiento se respira un mejor ambiente de control, exigencia y disciplina, las cosas marchan por los cauces adecuados y, lo más importante, crecen la producción y los beneficios para trabajadores y campesinos.
Queda, pues, cerrar filas hacia lo interno de las vaquerías. Ello significa llamar a capítulo a quienes tienen la obligación de cuidar los recursos bajo su custodia y extirpar de raíz el falso concepto de «luchar», como forma edulcorada de encubrir algo tan deplorable como lo es el robo y su secuela de degradación moral.