Al morir el viernes, a los 92 años, Ramón Rives Amador, conocido popularmente como Mongo Rives, destacado músico, creador del sucu-suco, ha pasado a otra dimensión en la historia de la música y en la cultura cubana.
El Rey del sucu-suco, tal como se le reconoció, se despidió de su gente que lo quiso, respetó y admiró no solo en la Isla de la Juventud, sino en toda Cuba.
¿Quién no recuerda de Mongo Rives sus contagiosas interpretaciones?: Yo quiero bailar con María Elena; Dame el rabito del lechón; Se quedó sin ropa el chivo y Santa Fe, pueblo querido, que llevó a innumerables guateques en campos y pueblos, con sus instrumentos, muchos de ellos fabricados por él mismo, donde se celebraba un cumpleaños o el feliz término de una cosecha. Por ello, y por su defensa de nuestra identidad, mereció el Premio Nacional de Cultura Comunitaria.
Lo caracterizó su apego a su tierra natal, en especial, al campo, donde se le veía laborar, donde encontraba las historias y motivos más increíbles para después convertirlos en poesía y en canciones, que luego repartía con gracia y profesionalidad en toda la geografía pinera y más allá. Con Mongo Rives bailó y rió un país entero. Por su obra fue reconocido con la Distinción por la Cultura Nacional y la réplica del machete de Máximo Gómez.
Su talento especial para la música valió para que el singular artista comenzara, desde muy temprana edad, con la promoción de este contagioso ritmo, el sucu-suco, y fundó su quinteto, al que llamó Tumbita Criolla, y con el cual debutó a finales de 1945. Por más de 40 años compartió su arte desde su condición originaria de artista aficionado, y grabó en el año 2002 su primer disco de estudio: Mongo Rives y su Tumbita Criolla. ¡Esto es sucu-suco!, con el sello discográfico cubano Bis Music.
En su modesto hogar siempre hubo una escuela y, mientras pudo, enseñó a los pineros más pequeños los secretos de ese auténtico género donde se ponen de manifiesto diferentes tonadas. Con su adiós, el laúd criollo de Mongo Rives pudiera parecer que calla, pero no es así. Su voz y su obra no entienden de silencios.