Nada abriga tanto la memoria como la patria chica, como ese sitio entrañable donde se ha crecido. Pueden pasar muchos años desde que partimos, incluso décadas; pueden cambiar los tiempos y las personas, pero ese lugar seguirá siempre intacto en nuestros recuerdos. Como una llama inextinguible, como un refugio.
Algo tienen los pueblos y barrios de Cuba que alientan una perenne añoranza. Algo tienen las barriadas como la de Santa Amalia, en La Habana, que quienes han vivido en ellas no pueden desprenderse nunca de su influjo.
Sus sitios incónicos, sus edificios y personajes emblemáticos, sobreviven al olvido y los desmanes de los años, incluso cuando ya no están físicamente. Basta entonces una evocación, un comentario, una diálogo fugaz, una imagen, para que, se esté donde se esté, renazcan las vivencias, en recuerdos.
Los que han vivido en Santa Amalia la llevan siempre bien adentro, tanto que cualquier regreso impacta en uno, aunque sea desde la distancia de una foto o una llamada telefónica. Aunque ya no sea lo que fue, que no luzca tan vital como antaño y no pueda, como tantos otros sitios, mostrar la renovación que nos gustaría, sus calles y sus rincones guarda la vida de muchos.
Otmaro Rodríguez, fotorreportero de OnCuba, conoce bien Santa Amalia, porque allí vivió. Con su lente recorremos este barrio habanero.
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