Una vez más las negligencias humanas se confabulan y como resultado, la naturaleza pierde. Y para no cambiar, tratamos de que la naturaleza cargue con la culpa o por lo menos con parte de ella.
Ese es el caso de la llegada del Pez León al Caribe y, por qué no, al Atlántico. Traídos desde el Indo Pacífico como peces ornamentales hacia La Florida y otras ciudades del Este de los Estados Unidos; luego, la “irresponsable naturaleza” hizo que un huracán los dispersara por el Atlántico Occidental y el Mar Caribe, a lo que también ayudaron las aguas de lastre de barcos que cruzaban el Canal de Panamá.
Lo cierto es que a los individuos de esta voraz especie exótica, que cuando están al asecho, los pececillos nativos los confunden con Gorgonias y otros organismos sésiles de los arrecifes y vienen a refugiarse en ellos, los encontramos ya, y en abundancia, en toda nuestra área geográfica, depredando alevines y a peces pequeños de todas las especies.
Saber cuáles son las afectaciones reales que está produciendo el Pez León en nuestros ecosistemas marinos y qué medidas tomar para reducirlas cuanto sea posible, es hoy un importante objetivo en la mira de nuestros científicos y formó parte de las tareas de la pasada expedición a Jardines de la Reina, organizada y ejecutada por el Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana (CIM-UH) y el Centro de Investigación de Ecosistemas Costeros de Cayo Coco en el norte de Ciego de Ávila.
Para lograr este objetivo, se visitaron sitios en los biotopos de cresta y veril en el ecosistema de arrecife de coral y, además, sitios en el ecosistema de manglar. A los individuos se les evaluaron tanto aspectos morfométricos como su relación con la dieta a través de la colecta de muestras de estómago, hígado y músculo. En dicha investigación, se introducirán análisis de isótopos estables en aras de reconstruir la trama trófica y así tener una evidencia más certera de la dieta del Pez León.
