Fidel era joven, dirigía un país de obreros y campesinos, y aquel día, perseguía a un huracán. Así llegó a Mantua el 14 de octubre de 1964. Cuentan que las horas del mediodía declinaban y él miraba a todas partes donde los vientos quemaron el paisaje. Entonces la vio.
_ ¡Párate ahí! – le dijo al chofer.
Así conoció a Regla Miranda Ríos, a la entrada del poblado de Antúnez. Ya era anciana, y vivía en un bohío vara en tierra, construido a toda prisa donde antes estuvo su vivienda.
Roberto Mauri era entonces un joven teniente en la escolta. Su testimonio, recogido años atrás, dejó constancia de esta historia.
-Él bajó del jeep y nosotros lo seguimos. La figura de la anciana se recortaba contra la puerta de la choza. Entonces la saludó, le puso el brazo sobre los hombros y cariñoso como era con la gente humilde, le preguntó: «¿No tendrá por ahí algo de comer para esta tropa?» Y Regla Miranda, que así se llamaba, respondió:
-¡Cómo no, algo nos ha quedado! Tengo arroz y bacalao… pero no tengo sal.
-Entonces, Fidel y los demás armamos un fogón rústico y cocinamos la comida. Él no dejaba de preguntarle cosas, y ella lo miraba y lo miraba. Yo creo que no sabía que hablaba con el jefe de la Revolución.
Nieves Ríos Urquiola, sobrina de Regla, cuenta que Fidel le propuso emplear un poco del agua donde hervían el pescado para salar el arroz y las yucas.
-“Un poquito así – dijo él- y verá que queda bien”.
-Nos sentamos a almorzar donde pudimos- cuenta Mauri- y Fidel me preguntó si el arroz estaba bueno. Le respondí que sí. Entonces volvió a la carga: “Pero me quedó un poco salao…”
-Nooo, Comandante, se puede de comer, pruebe. Entonces comió su almuerzo.
Llegó el momento de seguir hasta Mantua, y Fidel agradeció a la anciana.
-Él le dijo que, “no se preocupara, que pronto le harían una casita bien bonita”- afirma Nieves- entonces mi tía sonrió y le vio marchar. Los campesinos se acercaron al vara en tierra y Armando Valdés le dijo, ¡Reglita, el Comandante Fidel Castro estuvo en tu casa!, ¡Era Fidel! Entonces ella comprendió con quien había compartido sus alimentos.
En Mantua dejó instrucciones: construir pronto la casa de la anciana que tanto le conmoviera.
-Pero fue más lejos- afirma Armando Valdés, que aún vive y tiene 91 años- porque mandó a edificar un poblado para los campesinos que perdieron la vivienda. Así hicimos las primeras quince casas; después el pueblo creció, pero las personas de aquí dejamos de vivir mal, y todo gracias a él.
A Fidel se le recuerda con cariño por aquí
Rachel Álvarez Ríos es profesora de español, y bisnieta de Regla.
-Hoy vivo con mi mamá en la casita que Fidel le mandó a construir a mi bisabuela. Dicen que él le prometió una casita bien bonita, así es como dicen todos, y se la hicieron. Hoy tratamos de guardar bien ese legado.
-En Antúnez, se le recuerda con mucho cariño, pues “Fidel es Fidel”- dice Otoniel, un vecino del poblado- y todavía lo es en el corazón y el imaginario popular de los humildes. Algunos quitan y ponen fragmentos a esta historia, pero la simpatía y el agradecimiento no faltan.
-Fidel volvió a parar frente al bohío de Regle Miranda Ríos, concluye Armando Valdés. Ella salió a la puerta, y desde el jeep el Comandante le gritó, “no se preocupe, mi vieja, que su casita va, ¡y ahí está!