La muerte del afroestadounidense George Floyd, el 25 de mayo de 2020, a causa de la asfixia provocada por un policía mientras la víctima rogaba que le dejaran respirar, irrumpió en la política interna de EE. UU. y hasta llegó al Congreso, en el cual el presidente Joe Biden pensó lograr la aprobación de una reforma policial que pudiera calmar las protestas de quienes se quejan ante la inmunidad de la policía en su diario actuar.
Pero no ha sido así. Biden se ha quedado con las ganas y, una vez más, el «estira y encoge» partidista ha puesto en evidencia cuan distanciada de la verdad están las palabras democracia y respeto a los derechos humanos en la nación que se autoproclama paradigma de esos estandartes.
Resulta que las negociaciones en el Senado han fracasado y la citada reforma queda en punto muerto, mientras los agentes blancos de la policía pueden seguir actuando con plena libertad, siempre y cuando sus presas sean negros o de otras minorías.
El mandatario estadounidense, en su primer discurso ante el Congreso, había pedido a los legisladores que aprobaran la citada reforma para el 25 de mayo, cuando se cumpliría un año del asesinato de Floyd.
Ese día, en el legislativo, hubo aplausos y esperanzas, según recogen algunos medios de prensa. Biden pudo haber salido del recinto con la seguridad de que «esta vez sí» sería aprobada su propuesta legislativa.
También se sabía que el asunto más complicado era el referido a la «inmunidad legal», precepto que tiene, como antecedente real, la libertad de actuación de los policías, que arremeten con todas sus fuerzas contra los afros, latinos, árabes y otras minorías.
No son pocas las acusaciones contra agentes por sus arbitrarias actuaciones, y tampoco lo son las cantidades de muertos, heridos, o detenidos, simplemente por formar parte de estos grupos poblacionales.
La reforma policial es de suma importancia, pensó el presidente Biden, pero a la hora de la verdad, la historia en el Congreso de EE. UU. no fue distinta a la de otras oportunidades, trátese de una administración demócrata o una republicana, la diferencia no hace la regla.
Esta vez, el presidente tuvo que conformarse con lo que escribió en un comunicado: «Aún espero promulgar una ley de reforma policial integral y significativa que honre el nombre y la memoria de George Floyd».
También adelantó que «la Casa Blanca discutirá con las comunidades de derechos civiles, de seguridad, y las familias de las víctimas, un camino para seguir, incluso a través de posibles acciones ejecutivas adicionales que pueda tomar para avanzar en nuestros esfuerzos por cumplir con el ideal estadounidense de igual justicia ante la ley».
Solo le faltó explicar la forma de «convencimiento» a los congresistas y predecir, mientras tanto, cuántos afronorteamericanos como George Floyd, tendrán que morir esperando ese día.