Si la verdad, y no la injerencia y el odio, prevaleciera en nuestro mundo, en estos momentos se estuviera pidiendo una «intervención humanitaria» en el estado de la Florida, epicentro actual del pico de la pandemia de la COVID-19 en Estados Unidos.
En ese territorio, lamentablemente, se registra este comienzo de semana casi el 25 % de las hospitalizaciones por la COVID de todo el país, a pesar de que la Florida representa únicamente el 6 % de la población total de esa nación.
También es preocupante que Miami-Dade, el condado más poblado del estado, con unos 2,7 millones de habitantes, ha sido durante toda la pandemia el número uno en contagios y muertes, y sigue siéndolo hoy.
No obstante, después de que este sábado se alcanzara en Florida la cifra de 21 683 nuevos casos, el gobernador estatal, el republicano Ron DeSantis, se sigue resistiendo a emitir una orden para el uso obligatorio de mascarillas y al requerimiento de vacunas por parte de los empleadores.
Pero hay más: el senador republicano por Florida, Marco Rubio, señaló este lunes en Twitter que hay una «histeria» por parte de los medios respecto a la COVID, «porque las malas noticias venden». Y afirmó: «La verdadera historia aquí es cómo, para las personas completamente vacunadas, el riesgo de enfermedades graves parece ser cercano a cero».
Sin embargo, datos de la Universidad Johns Hopkins aseguran que Florida es el tercer estado por número de casos y el cuarto en número de muertes en todo Estados Unidos, país más afectado por la pandemia en el mundo, con más de 35 millones de contagiados y 613 000 fallecidos, desde el 1ro. de marzo de 2020.
Para que se tenga una idea más completa de la situación en la nación, unos 72 000 niños y adolescentes contrajeron la enfermedad en la semana del 22 al 29 de julio, una cifra cinco veces superior a la del mes precedente, según dio a conocer la Academia Estadounidense de Pediatría. Y 20 000 de estos casos pertenecen a Florida.
Ahora bien, cuál es la otra realidad que se observa hoy en el territorio: por un lado, lo descrito anteriormente y que refleja cómo la COVID-19 con su nueva variante Delta está azotando a la población floridana, y por otro, el Gobierno republicano de allí, como ocurre también en Texas, adopta resoluciones para que los habitantes, incluyendo los niños, no usen las mascarillas ni tengan que aplicar medidas de distanciamiento social, como advierten las autoridades sanitarias.
La próxima semana, los estudiantes de ese estado reanudarán las clases de manera presencial, y también es parte del debate político el uso o no de mascarillas por los alumnos, aspecto que ha llegado a convertirse en negocio, pues se incentiva a que los padres que no acepten tales medidas, deben cambiar a los escolares para escuelas privadas, donde las reglamentaciones podrían ser más flexibles.
Por todo ello, no debe resultar ajeno que en la Florida y, específicamente, en Miami, las playas estén abarrotadas de personas, niños y jóvenes en su mayoría; que los bares y otros centros de distracción estén abiertos y que sea esta la otra cara de una realidad que, lamentablemente, ya es letal.
En esta situación, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, declaró que mientras el 25 % de las hospitalizaciones en el país son en Florida, el gobernador (DeSantis) ha dado pasos que van en contra de las recomendaciones de Salud Pública. Y añadió: «La situación es demasiado seria, mortalmente seria, como para actuar de forma partidista».
Qué propuestas de solución darían los que allí mismo, en la Florida, han pedido al Presidente Joe Biden una intervención humanitaria (léase militar) contra Cuba. O es que los fallecidos y los contagiados de la Florida no cuentan a la hora de hacer politiquería, como lo hacen Marco Rubio y otros afiebrados impulsores del odio, el bloqueo y los ataques contra nuestra Isla.