Por Martha Cabrales Arias
Santiago de Cuba, 10 ago (Prensa Latina) Fue abrigada por él que se escuchó por primera vez El Necio, ese himno para los revolucionarios, el cual estremeció en el Teatro Heredia a los asistentes al IV Congreso del Partido Comunista, en 1991.
El 14 de octubre de 1991, durante la clausura del evento, que por primera vez tenía lugar fuera de La Habana, se escucharon aquellas letras que emocionaron hasta el fondo del alma en medio de los días turbulentos tras el derrumbe del campo socialista.
Cuando muchos en el mundo, y sobre todo en Miami, contaban las horas que supuestamente le quedaban a la Revolución, aquella canción fue un aldabonazo.
Inspirada justamente al calor de un incidente en el cual fue destrozada la guitarra del trovador en el aeropuerto de esa ciudad norteamericana, El Necio resumió el sentimiento de millones de cubanos. Una pegatina con la imagen de Fidel fue el detonante de la irracionalidad.
Así, en el enorme coliseo santiaguero muchos recuerdan aquella jornada de sensibilidad exquisita en la que el estadista y el juglar fueron cómplices en un minuto trascendente de la Patria.
La tierra donde se atesoran sus cenizas, en una roca en el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia que fue traída desde las inmediaciones de la Gran Piedra, evoca al hijo pródigo que hace casi 95 años vino al mundo en Birán, asentamiento de la actual provincia de Holguín.
El cordón umbilical que unió su vida a la de los santiagueros se ubica en los años de la niñez, cuando cursó estudios primarios en la urbe y habitó en el barrio de El Tivolí, todo un símbolo del arraigo espiritual de la urbe.
Son múltiples y entrañables los sitios vinculados a su vida y a su obra, desde esas primeras escuelas hasta el antiguo Cuartel Moncada, asaltado por jóvenes revolucionarios encabezados por él en la madrugada del 26 de julio de 1953 en pos del derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista.
Además de la Granjita Siboney, que en la carretera homónima devino refugio de los atacantes en las horas previas a la acción, la choza donde fueron apresados días después el novel abogado y dos de sus compañeros en las estribaciones de la mencionada cordillera, conserva su imagen original.
Para seguir la huella del líder histórico de la Revolución cubana basta apenas desandar algunos de los más diversos rincones de la trama urbana, donde echó a andar fábricas, hospitales, centros científicos y escuelas.
Cuando los mares vuelven a tornarse particularmente procelosos cobra aquí estatura mayor su querida presencia, como alude otra canción memorable, dedicada al Comandante Che Guevara.
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