A Juan Monzón le pasaron un montón de imágenes por la mente cuando vio en el noticiero del mediodía que un grupo de recién graduados de Ciencias Médicas en La Habana llegaba a Cárdenas para fajarse con la COVID-19 en el mismísimo epicentro de la pandemia.
Se vio joven, en los años ’60, cuando recogía papas en el campo, o cuando se unió a las milicias estudiantiles y “era divertidísimo marchar”, como dice mientras suena los pies en el suelo. Pensó en sus padres, en los valores que le enseñaron desde niño en su Cárdenas natal. Pensó también en los padres de aquellos noveles médicos de 24 o 25 años… Pueden ser nietos suyos.
“La noticia me dio unas ganas de llorar tremendas. Me erizó la vida porque soy padre de tres hijos. Recuerdo que uno decía ‘yo tengo miedo, pero es mi deber’, y es lógico, un muchacho joven, recién graduado, y enfrentarse a una epidemia… a cualquiera le daría miedo. Pero ahí estaba. Eso me llegó muy adentro”, dice y no puede evitar emocionarse de nuevo.
Juan tiene 71 años y una fibromatosis pulmonar lo hace cuidarse como gallo fino. Apenas sale de la casa. Es arrendador de un hostal en la Ciudad Bandera y, desde que la pandemia hizo elevar los números de contagios, dejó de alquilar. La COVID-19, a Juan, lo tiene con cuidado.
Aquel domingo 11 de julio, el noticiero siguió andando y Juan salió de la casa a ver al delegado de la circunscripción.
“Quise que las autoridades de salud y del gobierno en Cárdenas supieran que podían contar con mi hostal para que se alojaran los médicos que venían”.
“Dos habitaciones en las cuales se pueden quedar cinco personas. Sin costo ninguno. Mi objetivo es que estén cómodos y tengan dónde descansar tranquilos después de venir estropeados de trabajar en la zona roja. Eso con la colaboración del Ministerio de Salud Pública que podría encargarse de la atención a los médicos en el hostal. Les digo que cuenten con eso si lo necesitan. Aquí tienen todas las comodidades, pero ya estoy viejo, periodista”, dice y subimos al hostal.
Juan echa cloro a los pasos podálicos y abre la puerta. Hay un lobby con una barra y cuatro banquetas de madera. “Yo soy enfermo a la madera”, comenta. Tiene allí dos habitaciones con baño y una puerta de acceso al balcón y otra a la terraza.
“Después de que se lo dije al delegado, cogí y lo elevé aquí”, dice y señala el celular. Le comento que muchas personas han compartido su publicación en Facebook, donde escribió que brindaba su hostal para alojar galenos y que lo más importante es salvar vidas. La solidaridad también se multiplica.
–Usted se ha hecho mediático y viral en las redes sociales –lo provoco y él se ríe. Añade que hay mucha gente enviándole solicitud de amistad. El viejo Juan tiene a la bondad en la primera fila de los sentimientos.
“Yo estoy muy agradecido, pero mi objetivo no fue ese. Esto es un bien social, un bien común, ayudar al prójimo, a las personas que vienen a dar su pecho. Eso me educaron en mi familia, darle la mano a quien lo necesite”.
Hablamos del odio que tiene en las redes sociales su campo de batalla. “Eso nos está matando”, señala, mientras sentencia: “Al odio, tranquilidad y paz”.
Desde la terraza se ve la ciudad. El cielo encapotado amenaza con llover y Juanito, como él mismo se dice, me pide que sigamos conversando abajo.
–¿Usted vive solo?
–Pero no en soledad. Mis hijos están pendientes de mí todo el tiempo.
–Dicen que usted mismo diseñó la casa…
–Sí, con un ingeniero civil. Tengo por ahí los planos que hice de manera autodidacta. El delirio mío siempre fue la arquitectura y fui hasta artesano cuando joven. Hacía sandalias de mujer, las llamadas “guarachas”. Tú no conociste eso.
–¿Cómo eran?
–Las guarachas eran zapatos que se hacían con gomas de máquina y unas piezas tejidas arriba. Lo usaban mucho los universitarios. Yo tenía 31 años, imagínate tú.
Cuarenta años después, el viejo Juan dice que ha tenido golpes en la vida, como todo el mundo, pero que ha seguido guapeando. “Volviendo al tema, muchacho, si necesitan el hostal, estoy aquí”, dice y se pone una gorra de béisbol para esconder las canas cuando le pido hacer un video.
–¿Usted le va a los Marlins?
–¿Yo? No. Esta gorra me la regalaron. Si me preguntas de las Grandes Ligas, me gustan los Astros de Houston. Pero yo soy matancero.
Antes de irme, ya en la puerta, el viejo Juan responde a una llamada telefónica de otro periodista que quiere entrevistarlo. Cuelga, toma el último sorbo de café y me dice: “Tú puedes estar convencidísimo que yo hice eso de pleno corazón”. ¿Quién puede dudarlo, Juanito?
Juan Monzón ha puesto su hostal en #Cárdenas, sin costo alguno, para los galenos de otras provincias que luchan contra la #COVID19 en #Matanzas. Las autoridades de Salud, dice, pueden contar con eso.#MatanzasNoEstaSola #CubaPorLaVida #Solidaridad pic.twitter.com/3VwDAB3NiE
— Andy Jorge Blanco (@ajblancocu) July 18, 2021