Dicen que todos los caminos conducen a Roma. Sin embargo, a la romana Annalisa Gallina la vida la trajo a La Habana.
Gallina cuenta que cuando se mudó a Cuba le fue difícil acostumbrarse. No podía salir a la calle sin que la acecharan en mil idiomas. Con el tiempo, aprendió a mirar a su alrededor e imitar señas locales como camuflaje.
«Hasta que un día un hombre me dijo: “Linda, ¿quieres guía turístico?”, y otro al lado le respondió: “Déjala, esta vive aquí, no te sirve”. Me había aplatanado por fin», cuenta.
Annalisa llegó a Cuba en 2014. Su hermano, casado con una cubana, había decidido invertir en un restaurante en La Habana Vieja. Él y su esposa le pidieron a Annalisa que se mudara a Cuba para gestionarlo.
«En Italia trabajaba vinculada al cine y el teatro. Soy costurera y diseñadora de trajes históricos; pero mi familia allá tiene un restaurante y siempre había intentado apoyarla. Así, trataba de llevar las dos cosas: mi pasión por la moda y el negocio familiar», comenta.
Italia atravesaba entonces una recesión, por lo que Annalisa decidió aceptar la propuesta de su hermano.
Se encargó del negocio en Cuba por seis años «con mucho éxito y esfuerzo». Empezó a construir su vida aquí. «Me enamoré, me casé y me quedé a vivir en La Habana. Pero siempre estaba trabajando para los demás. Aunque lo sentía como parte de mí, Café Bohemia nunca fue mío en realidad. Durante la pandemia de la COVID-19 tuvimos que cerrar como otros negocios, y esto me dio la oportunidad de detenerme a pensar lo que quería hacer».
Nace Gao Habana
Aburrida en la casa durante el encierro para prevenir el contagio por COVID-19, volvió a sacar su máquina de coser. «En estos años el restaurante me había tragado. Había dejado a un lado mi talento. De hecho, todavía me siento “oxidada”», confiesa.
Primero hizo mascarillas para toda la familia. Después sacó lápiz y libreta, y empezó a dibujar de nuevo. Le daba vueltas la idea de reunir todos los refranes cubanos, las frases que más rápido había aprendido.
Cuando decidió mudarse a Cuba, tenía un nivel básico de español aprendido en la Secundaria. En La Habana Vieja su castellano rústico hacía que se burlaran de su acento por un lado, y que, por otro, ella apenas entendiera lo que le decían.
«Pronto empecé a luchar para entender las palabras arrastradas de los cubanos. “¿Qué volá?”, “Asere”, “¿Qué vuelta?”, “Mira a la yuma esta” (esto era conmigo), “está quemá” (esto también casi siempre era conmigo) y otras expresiones populares. Y entre las más comunes estaba: “Me voy pa’l gao”».
Gao en la jerga cubana significa casa, hogar. Según Annalisa, en Italia la casa es muy importante: «son las raíces, los orígenes, el lugar de donde venimos, y a donde siempre queremos regresar».
Confiesa que Gao es la casa que ha construido en Cuba, donde su corazón se partió a la mitad: «una parte se quedó en Italia, y la otra se aplatanó en La Habana».
A partir de esto, un sueño de la italiana comenzó a tomar forma: «Mi proyecto consiste en revalorizar el producto típico cubano y dar espacio a diseñadores y artesanos, que empleen materias primas locales para crear útiles del hogar y accesorios de buen gusto. Creemos en la importancia de utilizar solo productos cubanos para sustentar la economía local; dar vida a recursos caseros y ecológicos en una búsqueda a lo largo del territorio. Todo esto presentado en el ambiente acogedor de una casa».
Nacer bajo el signo de una pandemia
La pandemia ha perjudicado el sector privado en toda Cuba. Annalisa ha «aprovechado estas largas “vacaciones” que no había tomado en 7 años para hacer una búsqueda en el territorio».
Ha utilizado el tiempo para establecer conexiones con artistas locales interesados en colaborar. Gao desea acoger a artesanos cubanos para que muestren sus obras y trabajen su materia prima con el objetivo de crear productos con una marca de identidad. «Nos gusta la idea de que cada accesorio, cada objeto, cada pieza tenga una historia, además de una combinación de materiales y colores diferentes».
Gao aspira a crear colecciones de útiles para el hogar, accesorios y souvenirs distintos a los que suelen venderse en serie en algunas ferias turísticas: «Algo nuevo, lindo y original», resume Annalisa.
El suyo es un proyecto en construcción. Annalisa ha explorado posibilidades y cree que tiene potencial a largo plazo: «Nace como una línea de moda, accesorios, útiles del hogar; pero continúa como un proyecto de diseño inspirado en el lenguaje callejero cubano. Gao Habana tiene una fuerte identidad cubana mezclada con influencia italiana, europea. Eso lo hará nuevo y cosmopolita».
Annalisa sueña con que Gao se posicione como marca y logre asentar ese concepto de «casa», tan importante para ella.
«La idea es tener un punto de venta a precios asequibles donde se pueda apreciar el producto en vivo, además de las ofertas online. Crear un entorno acogedor para que el cliente se sienta como en casa: aconsejar, intercambiar y responder preguntas». Un segmento importante de su clientela serían «mujeres, 30-60 años, (…) por ejemplo, cuentapropistas, o extranjeras residentes», como ella misma.
Emprender como mujer extranjera en Cuba
«No voy a mentir: te sientes siempre una outsider. Te pueden mirar diferente o no confiar en ti. Traté de camuflarme pero, para bien o mal, siempre eres una extranjera. Y me hace feliz que mis raíces no se pierdan; amo Cuba, pero Italia es mi patria.
»Lo lindo es que, al final, Cuba e Italia se parecen mucho: las mujeres son emprendedoras, lideran, son fuertes y tenaces. Mi mamá dice siempre que Cuba se parece a Italia en los años 50. Ahora nosotros perdimos un poco de compañerismo, de solidaridad, que aquí todavía existe. Pero somos similares. Nos gusta comer, hacer fiestas, estar entre amigos, en familia. Al final somos primos».
Por otro lado, ha tenido que enfrentar actitudes machistas. «Una vez un gastronómico me dijo que prefería la baja que seguir trabajando con una mujer como jefa. Y un responsable de mantenimiento se sorprendió cuando le expliqué el tipo de cable que llevaba un cierto trabajo de electricidad o la pintura para utilizar. Me decía: “¿Cómo sabes esas cosas de hombre?”».
Estos episodios culturales no son el único obstáculo en su camino como emprendedora: «No quiero entrar en política, pero el bloqueo influye mucho en cualquier negocio que uno vaya a comenzar. Lo otro es la lentitud».
En este momento se encuentran algo detenidos por falta de materia prima y por atrasos burocráticos debido a la COVID-19: «Oficinas cerradas, trámites lentos, aunque creo que las cosas pueden cambiar. Se puede emprender. Hay que ser listo, cambiar de estrategia si es necesario y actualizarse constantemente. Nunca quedarse atrás. Es un desafío, pero se puede lograr».
***
Annalisa Gallina se ha permeado tanto de lo cubano que un día en un bicitaxi, quien la llevaba le dijo:
—Menos mal que te subiste conmigo. El colega te quería cobrar más porque pensó que eras extranjera, pero yo me di cuenta de que tú eres oriental. ¿De dónde? ¿Santiago?
—Guantánamo, respondió ella.
«¿Oriental? Sí, de extremo Oriente, Italia», dice en broma mientras recuerda el episodio esta emprendedora italiana que encontró en La Habana su gao.
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