Entre Pinar del Río y el municipio especial Isla de la Juventud, se encuentra uno de los tesoros naturales de la provincia más occidental, de los menos explorados y conocidos por la población. Los Cayos de San Felipe, destaca como el tercer Parque Nacional del territorio por sus valores excepcionales y diversidad biológica.
Localizado en aguas del Golfo de Batabanó, este islote limita con el resto y se extiende hasta el litoral meridional de los municipios pinareños de San Luis, Pinar del Río y Consolación del Sur.
Alrededor del 60 % de la superficie terrestre está cubierta por mangle, con representación de las 4 especies reportadas para Cuba: mangle rojo (Rhizophora mangle), prieto (Avicennia germinans), patabán (Laguncularia racemosa) y yana (Conocarpus erecta).
El área protegida es de las más jóvenes de la región occidental, la segunda en endemismo del país, lo que ha permitido hallar varias especies locales de gran importancia, entre ellas la jutía de tierra, el carpintero, el lagarto nativo de América y el charrancito americano, ave que cuenta con la mayor colonia en las Antillas.
Cayos de San Felipe resguardan un patrimonio natural
El ecosistema marino aguarda una riqueza, especies en su mayoría amenazadas y en peligro de extinción. Aquí se puede observar las tortugas verdes, caguama y carey, donde realizan sus periodo de anidación; peces exóticos y especies de coral como la acropora palmata y acropora servicornis. Es también un área importante para la nidificación de la gaviotica (Sternula antillarum).
Es de los sitios donde el manatí antillano o manatí del Caribe escoge como hábitat por la gran variedad de arrecifes coralinos y pastos marinos en fondos arenosos y fangosos.
Los paisajes de la plataforma insular de los Cayos de San Felipe están constituidos por llanuras sumergidas. Las altas temperaturas y humedad condicionan el rápido crecimiento de la vegetación y una variedad de bosques para la cría y refugio de especies.
En las aguas del Golfo de Batabanó se haya su área marina, donde existen condiciones idóneas para la reproducción de esponjas.
Otras singularidades que hacen único estos parajes son la fosa de Lola, un manantial de agua dulce donde se observa el coral negro; El balcón, una formación coralina que semeja este espacio y la playa El Coco, distintiva por sus blancas y finas arenas y agua cristalina.
Fotos: Felipe Madrazo