El 5 de junio fueron sacrificadas para consumo humano las primeras reses por parte de pequeños agricultores en Camagüey. El acontecimiento marcó el fin de más de 40 años de prohibición de la actividad para el ganado vacuno.
Aunque muchas prohibiciones históricas siguen en vigor —las amplias potestades del Centro de Control Pecuario no disminuirán, por ejemplo—, la posibilidad de destinar algunos animales al consumo familiar y la venta ha sido recibida como una excelente noticia por los ganaderos.
En principio, no todos reúnen los requisitos establecidos por el Minag. A saber, «tener un crecimiento sostenido de las vacas y del rebaño total, cumplir con el encargo estatal, y estar debidamente acreditado como tenente en el registro de la tierra y en el registro agropecuario», detalló a la televisión local el subdelegado de Ganadería de la delegación del Minag en Camagüey, José Antonio Gil.
Unos 500 productores de carne y 1 600 de leche de esta provincia sí podrían incorporarse de inmediato a la venta de ambos productos. Funcionarios locales del Minag se han reunido con ellos durante las últimas semanas para informarles los detalles de un proceso que forma parte del paquete de medidas dictadas por el Gobierno para fomentar la producción de alimentos. Veintiocho de esas disposiciones se centran en la ganadería, sector que en la última década mostró un comportamiento irregular.
Los números más recientes disponibles, que corresponden a 2019, señalan que al 31 de diciembre de ese año en Cuba había 3 817 700 cabezas de ganado vacuno; de ellas, 522 900 en manos del Estado. Del resto, bajo propiedad no estatal, 2 818 800 pertenecían a ganaderos privados y CCS. Un reporte de 2017 contaba 120 mil ganaderos en Cuba. Sin embargo, ni el Ministerio de la Agricultura ni sus delegaciones provinciales han brindado información en cuanto al número de ganaderos que podrían reunir los requisitos para ser autorizados a sacrificar ganado.
La resolución del Ministerio de la Agricultura sobre el sacrificio y venta de ganado vacuno no define precios para su comercialización; tampoco lo hace la correspondiente a la leche, que en uno de sus acápites se refiere al caso en que las ventas se realicen a empresas lácteas provinciales. Las primeras ventas realizadas en Camagüey el fin de semana pasado se verificaron a un precio de 60 CUP la libra, aproximadamente el doble del máximo fijado por el Minag para la compra de ganado mayor y aún por debajo del precio del mercado informal.
La posibilidad de que esa escala de precios fuera tomada como referencia había sido anticipada por el diario Granma a principios de mayo. El acuerdo del Consejo de Ministros que define las cotizaciones «a aplicar por las entidades estatales para el acopio de ganado vacuno» incluye una relación de precios encabezada por el del torete «Categoría Especial» de más de 400 kilogramos, cuyo valor en pie es de 40.02 CUP por kg. Dicha cotización implica que al criador se le estaría pagando 66.70 CUP por cada kg. de carne en bandas obtenido luego del procesamiento industrial del animal (o lo que es lo mismo, 30.73 CUP por libra): precio muy inferior al del mercado de oferta y demanda.
Vale recordar que los importes del resto de las carnes que se comercializan en Cuba superan los 100 CUP por libra. Cabría preguntarse si a los ganaderos les resultará atractivo sacrificar ateniéndose a esa escala de valor. Un funcionario del Minag consideró que sí, ya que «vendiendo una parte del animal a precio-Estado, pueden quedarse con el resto para el consumo familiar, y por ahí resolver».
El llamado del Consejo de Defensa Provincial a fijar «un precio justo» determinó cómo se vendió la carne de los primeros sacrificios: a un costo prefijado y solo para los vecinos de la comunidad rural en la que se ubica el matadero.
La autorización, solo un primer paso
«Hay que ser realistas y adoptar decisiones en consecuencia. Es verdad que ahora habrá que ver quién tiene una vaca, pero durante muchos años no se había querido hablar siquiera de este tema», reflexionó hace pocas semanas el doctor en Ciencias Económicas Omar Everleny. Durante un debate moderado por elTOQUE, el académico consideró que decisiones como la relativa a la comercialización de carne y leche forman parte de un inevitable proceso de reformas; «la situación es tan compleja que no es posible darse el lujo de seguir atrasando cosas».
Las urgencias del país chocan, sin embargo, con la realidad de sus campos. Entre 2014 y 2019 la masa ganadera bovina de Cuba se contrajo un 7 %, en tanto la producción de leche lo hacía un 2.7 % y el peso de los animales entregados para sacrificio caía un 1.7 %. «Los datos no permiten visualizar una recuperación rápida», señaló en un hilo en Twitter a comienzos de abril el economista y profesor Pedro Monreal.
A juicio de Monreal, las medidas que se implementan ahora no solo son tardías, sino también incompletas, y cargan con un «problema de coherencia [… planteado por] las ventas en divisas de insumos productivos al sector privado en un contexto en el cual el suministro en moneda nacional es mínimo». Intentando salvar esa contradicción, el Minag ha planteado como opciones la comercialización con destino al turismo y las tiendas en moneda libremente convertible. Pero el divorcio entre la tasa de cambio oficial y la del mercado informal, en principio, hace poco rentables ambas alternativas.
La condición de la cabaña ganadera será otro problema a la hora de fijar precios. Debido a carencias como las de suplementos nutricionales y combustible para el abasto de agua, de 2018 a 2019 el peso promedio de los animales sacrificados cayó un 20 % —hasta 295.4 kilogramos—, en una tendencia que con seguridad se acentuó el año pasado. Los ejemplares que no alcanzan los 300 kg son los que peor cotización reciben por parte del Estado, y también reportarían menos beneficios en un contexto de oferta y demanda, pero representan un porcentaje significativo de los rebaños, tanto privados como estatales.
Aun así, la autorización para vender carne y leche vacunas será beneficiosa, coincidieron dos ganaderos consultados por elTOQUE. Aunque sus efectos demorarán en notarse. «No se sabe con seguridad cuántos animales dejarán sacrificar al año, ni cómo manejarán los precios y el tema de los impuestos», observó uno, residente en Jimaguayú, principal municipio ganadero del país. «Como sea, va a ser bueno. Uno se pasaba la vida siendo custodio de las vacas, casi sin utilidad. Ahora, cada vez que un ganadero sacrifique un animal, siempre algo llegará al mercado. Y sumando y sumando no estamos hablando de calderilla».
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