Olimpia, el sitio primitivo donde habían nacido los juegos en la antigüedad, no existía ya en 1896. Pero siempre se pensó en ese suelo griego para el renacimiento de los Juegos Olímpicos en la era moderna. Problemas económicos de última hora amenazaron esas ansias y faltó muy poco para que Budapest aplaudiera a los primeros campeones olímpicos, o en su defecto, París, en el año 1900.