Santa Bárbara bendita/ Para ti surge mi lira/ Y con emoción se inspira/ Ante tu imagen bonita/ Que viva Shangó,/ Que viva Shangó,/ Que viva Shangó,/ Que viva Shangó, señores.
En un sueño, a Celina González se le apareció Santa Bárbara, sincretizada en la religión yoruba como Shangó. Le dijo que se levantara y que copiara lo que le iba a dictar. La artista -según contó ella misma- hizo lo que le pidió la deidad, quien le dio la letra y música del tema con el que debutaría en la radio capitalina y la haría triunfar.
De esa forma, junto a su entonces compañero en la vida y el arte, Reutilio Domínguez, compuso Que viva Shangó, y el dúo Celina y Reutilio alcanzó la popularidad dentro y fuera del patio.
Anterior a ese momento, incursionaron en la radio a través de la emisora Cadena Oriental, hasta que Ñico Saquito los descubrió e hizo que grabaran para así presentarlos al locutor Laureano Suárez, en La Habana.
Tras escucharlos, los contrató por una semana, plazo que se extendería cuando las emisoras explotaran con el éxito que veneraba a Santa Bárbara y con el cual la cantante y compositora comenzó a revolucionar el Punto Cubano y la Guajira, al incorporar a esos géneros elementos de la herencia africana, sumamente arraigada a nuestra identidad nacional.
Así, al Laúd, al Tiple y al Guayo no le volvieron a ser ajenas las sonoridades yorubas, y la música campesina y la africana se imbricaron para reforzar de una vez y para siempre las esencias de los cimientos de la cubanía.
La Reina del Punto Cubano había nacido cerca del Valle de Yumurí, en el poblado de Jovellanos, en la provincia de Matanzas. La fuerza de los guateques campesinos, las costumbres de la vida rural, el sudor del cañaveral la acunaron desde su nacimiento, el 16 de marzo de 1928.
Sin embargo, desde muy pequeña y hasta su salida para La Habana, vivió en Santiago de Cuba. Allí el son, los ritmos orientales, las campiñas, la efervescencia revolucionaria la nutrieron hasta formarla como la más prominente cultora de la música de nuestros campos.
La obra de Celina está enteramente dedicada a defender y realzar la música guajira. Supo que a ello se dedicaría cuando -aun junto a Reutilio- visitaba los locales nocturnos de La Habana en busca de contratos de trabajo y como respuesta solo recibía rechazos al presentarse como artistas campesinos.
Luego, los éxitos no se detendrían, y en diversos países sería aplaudida y reclamada por el público. Sin embargo, nunca dejó Cuba, siempre volvió junto a sus raíces y a su pueblo.
Su timbre agudo, la gracia en las interpretaciones y la música la llevaron a brillar en los escenarios más reconocidos del mundo, pero fue Colombia a la que Celina consideró su segunda Patria. En esa nación logró reunir en tan solo una noche alrededor de 50 000 personas. Era reverenciada como en Cuba, presente siempre en sus composiciones.
Los paisajes de la Mayor de las Antillas fueron centro de sus tonadas. La cotidianidad de nuestros campos, su renovación y las nuevas oportunidades que llegaron después de enero del 59 para los campesinos y sus familias, también formaron parte de su quehacer artístico.
Recreó – como parte de su obra musical- motivos patrióticos. La Bandera de la Estrella Solitaria, la Palma Real, José Martí y otros tantos símbolos de nuestra historia fueron recurrentes en sus canciones.
A Celina González Zamora la recordaremos en su tierra como lo que fue: una guajira que aunque conoció el mundo no se desprendió de sus raíces, fue la cubanía hecha música, la auténtica voz de este pueblo de palmas, surcos y tonadas. La recordaremos como ella mismo se definió:
Yo soy el punto cubano que en la Manigua vivía/ cuando el mambí se batía con el machete en la mano/ con el machete en la mano/ Tengo un poder soberano que me lo dio la sabana/ de cantarle a la mañana brindándole mi saludo/ a la palma y al escudo, y a mi bandera cubana/ Ay, por eso canto a las flores y a la mañana que inspira/ Ay, le canto a Cuba querida/la tierra de mis amores (…) Aquí como en la sabana mi música espiritual/ viene del cañaveral representando al mambí/ a la tierra de Martí y a la enseña nacional.
(Tomado de Cubahora)