El ecosistema monetario actual y, más que este, las tablillas de precios, le han bajado sobremanera la autoestima a la peseta. Sencillamente perdió el código de acceso no solo a las confituras de mi infancia, sino al mismísimo pan de la bodega y llegó al punto de que para abrigarse en la alcancía de una guagua tiene que reclutar a toda su parentela.