Río Cauto, Granma.–Parado frente al lote arrocero No. 4, donde ha cosechado en las últimas campañas un promedio de siete toneladas de arroz para semilla por hectárea, el productor Antonio González Guerra es enfático al señalar que el cultivo del grano, aquí, requiere todavía de mayor eficiencia.
Y es que Toni –como le llaman a este consagrado asociado de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) José Nemesio Figueredo– fue uno de esos campesinos granmenses que debieron «ajustarse fuerte el cinturón» y sortear no pocos entuertos para mantener su plantación durante 2021; un año muy difícil para la economía nacional, en el que la producción arrocera se vio afectada por el incremento de sus costos tras el ordenamiento monetario, las limitaciones con el combustible y la fluctuación en la disponibilidad de insumos importados, como la urea.
Es por ello que para hablar de cómo entregar más toneladas del grano a la industria, y, por ende, obtener más arroz nacional con destino a la canasta básica, Antonio González Guerra prefiere poner los pies sobre el surco y, desde allí, reflexionar en torno a las limitantes que aún entorpecen ese anhelo.
Justo en esas tierras dedicadas a la producción de semillas para arroz, pertenecientes a la unidad empresarial de base (UEB) La Gabina, adscrita a la Empresa Agroindustrial de Granos Fernando Echenique –mayor productora de arroz en Cuba–, González Guerra asegura que, aunque ya es posible constatar el impacto positivo que comienzan a tener en el campo las medidas dirigidas al sector agropecuario, es preciso analizar algunas tarifas y exigir más calidad en los servicios, si se quiere lograr el necesario incremento de un cultivo indispensable en la mesa de los cubanos.
«La política hay que aterrizarla. Ahí están las 63 medidas y la voluntad de la máxima dirección del país de que se cumplan, pero el reto es lograr que lo estipulado en los papeles se convierta en realidad en las bases productivas», añade el curtido productor.
Al respecto, resalta –no como un reclamo personal, sino como criterio compartido entre quienes se dedican a la siembra de arroz en la provincia de Granma– el hecho de que, aun cuando se han puesto en marcha varias estrategias para incentivar la producción del grano, existan incongruencias tales como, por ejemplo, las de las prestaciones de servicio que muestran incrementos notorios de sus precios y mantienen las mismas dificultades de siempre.
«No puede ser que para que una empresa cumpla con el pago a sus trabajadores o evite pérdidas, la alternativa sea subirle cuatro, cinco o más veces el precio al servicio malo que ya le prestaba al productor. Al final es el cultivo el que carga con esa ineficiencia que encarece los costos y afecta el rendimiento por hectárea», afirma González Guerra.
En ese propio lote No. 4, la productora Naibi Tornés Lago confirma, con la mirada puesta en sus sembrados, dichas afectaciones.
«Yo misma renuncié al servicio de la aviación porque me sale más económico aplicar de forma manual los herbicidas y fungicidas».
–¿Y qué implicaciones tiene para el cultivo haber tomado esa decisión?– pregunta Granma a la productora.
–Afectación. El arroz es un cultivo que requiere de una adecuada atención cultural, y, cuando eso falla, los rendimientos bajan. Por eso, para obtener buenos rendimientos, hay que aplicar la técnica en la etapa que el cultivo lo requiere. ¿Y qué sucede con la aviación?, pues que además de tener un costo elevado, no siempre puede prestar el servicio a la hora que el productor lo demanda, porque son varias unidades para un solo vuelo.
En tal sentido, resulta preocupante que, como Naibi Tornés, varios arroceros en la provincia hayan decidido prescindir de ese servicio.
COSTOS VS. UTILIDADES
Tras establecerse en 2020 el pago del quintal de arroz cáscara húmedo a 318 pesos (y luego a 341 pesos), las cuentas de los productores no se hicieron esperar.
Y aunque las revisiones realizadas entonces por las autoridades competentes conllevaron a una reducción de los precios en algunos servicios como el agua, la electricidad y la aviación, más de un año después permanece sobre el tapete la preocupación en relación con las tarifas de varios insumos y servicios.
Para Antonio Rodríguez Mojena, presidente de la CCS Fernando Echenique, perteneciente a la segunda industria arrocera de Granma, la empresa José Manuel Capote Sosa, este es un asunto que sigue golpeando la producción del grano.
«No se puede desconocer el impacto positivo de las 63 medidas en temas tan importantes como las facilidades con la contratación, el acceso a créditos, el pago diferenciado por el sobrecumplimiento y el encadenamiento productivo; pero la situación se ha tensado a raíz del elevado costo de la preparación del suelo, del uso de la maquinaria agrícola y de los precios de los insumos y servicios.
«Y es cierto que los productores no han renunciado a sembrar, pero las utilidades son bajas, lo que no compensa el sacrificio de una campaña, ni incentiva a seguir creciendo en áreas. Por otra parte, además, puede convertirse en caldo de cultivo para la venta ilícita de parte de la cosecha», advierte Rodríguez Mojena.
Por su parte, Maikel Suárez Torres, director de industria de la Capote Sosa, comenta que para dicha empresa el panorama no ha sido mucho más alentador.
En un año atípico para la producción arrocera, como lo fue 2021, esa entidad cerró con más de 20 millones de pérdidas por concepto de producción del grano, aunque sus indicadores generales fueron favorables, gracias a la diversificación de otros renglones que le permitieron cumplir con sus entregas de carne, leche y frutales, además de la exportación con productos como el carbón vegetal.
«Sabemos que el ordenamiento de la actividad arrocera hay que impulsarlo desde la empresa con eficiencia en el proceso industrial y calidad en el grano», reconoce Suárez Torres, quien asevera, no obstante, que los gastos siguen superando los ingresos.
«Actualmente en la industria empleamos como promedio dos toneladas de arroz cáscara húmedo para obtener una tonelada de arroz consumo. A ello se suma que, por una parte, subió el precio de compra al productor, y, por otra, bajó el subsidio estatal del grano. La diferencia de esa combinación genera pérdidas a la empresa.
«Es decir, que si se tiene en cuenta que el precio de venta del arroz está centralizado, y que la industria asume, además, el 10 % del pago de las impurezas del grano, unido al incremento del precio de la electricidad y los gastos en combustible, insumos y salario de los trabajadores, el resultado es que entre más arroz vendamos, más pérdidas tenemos como empresa», afirma el directivo.
ARROZ EN CIFRAS: LA DEMANDA INSATISFECHA
Como se conoce, en el año 2018, Cuba rompió el récord histórico de producción de arroz con unas 304 000 toneladas, y aunque las proyecciones para 2019 presuponían una campaña exitosa, los resultados descendieron a
246 700 toneladas; y luego siguieron disminuyendo en 2020 y 2021 tras el impacto de la crisis económica mundial derivada de la covid-19 y el recrudecimiento del bloqueo.
Frente a esa tensa situación, que se tradujo en reducción de la siembra y de los rendimientos nacionales, el país tuvo que incrementar los volúmenes de importación del grano.
Al respecto, el vice primer ministro y titular de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández, precisó recientemente que el precio de importación en el año 2019 era de 468 dólares la tonelada de arroz, y hoy es de 633 dólares. «Casi 200 dólares más», acotó.
Y de acuerdo, también, con los datos recogidos en el Plan de la Economía para 2022, ese incremento de los precios en el mercado internacional disminuye la capacidad de compra del país; por lo que, con un nivel de financiamiento similar que 2021, se importarán unas 200 000 toneladas menos de materias primas y productos.
Para el programa arrocero, tales números significan que este año solo se han podido planificar 180 000 toneladas de arroz consumo para el balance nacional; una cifra que está muy lejos de la demanda calculada, la cual ronda las 700 000 toneladas.
En tanto, para la familia cubana, este complejo contexto económico implica tener que seguir lidiando con las tensiones que genera no contar con la disponibilidad de arroz liberado.
Por eso se sabe que urge revertir la matriz importadora del grano con más cosechas desde el campo y mayor eficiencia en la industria. Un asunto que requiere de ajustes entre los costos y las utilidades para incentivar la productividad. En Cuba, es posible lograrlo. Eso, también se sabe.
EN CONTEXTO:
- Los territorios que más producen arroz en Cuba son: Granma, Camagüey, Sancti Spíritus y Pinar del Río.
- Cuba necesita 700 000 toneladas de arroz para cubrir la canasta básica normada y el consumo social.
- En la proyección del programa arrocero hasta 2030 se estima que el país aporte, desde la producción nacional, unas 600 000 toneladas, que representaría el 86 % de la demanda anual.
- El recién creado Fondo para el Desarrollo Agropecuario beneficiará con 447 millones de pesos al cultivo de arroz, los que deberán ejecutarse durante la campaña 2021- 2022.