La pantalla doméstica se asoma esta vez a la letra impresa para aprehender una voz, una imagen, una huella irrepetible e inimitable, pero ejemplar, a la que vendría bien tener en cuenta en los medios audiovisuales de este tiempo.
Germán Pinelli es el protagonista de un libro que acaba de poner en circulación la editorial En Vivo, del ICRT. Con devoción y paciencia, Ángel Manuel Pérez Álvarez, cantante, animador y director escénico devenido autor de investigaciones en torno a personalidades pretéritas destacadas en la radio, la televisión y los espectáculos (Eva Rodríguez, Roberto Faz, Clara y Mario), ha dedicado años a rastrear la memoria de quien fue uno de los imprescindibles del periodismo radial y la animación televisual, con incursiones memorables también en la actuación. Germán Pinelli, recordarlo halaga, paga una deuda de gratitud contraída por el autor hacia el maestro y a la vez pone sobre el papel puntos incisivos para reflexionar acerca de cómo proyectar una televisión más culta y plena entre nosotros.
El libro se estructura en dos partes: el recorrido biográfico, extraído de varias entrevistas concedidas por Pinelli, y una copiosa relación testimonial de más de 80 colegas, amigos, familiares, cronistas y críticos. En el impulso inicial, Ángel Manuel contó con la experiencia de la editora Flor Nodal y en la culminación del proyecto con la colaboración invaluable de Mónica Pinelli, nieta y albacea de la memoria pinelliana.
Dejo a los lectores la curiosidad por adentrarse en las páginas de la obra y conocer anécdotas, vivencias, valoraciones. Doy por sentado la necesidad de que algunos de los materiales audiovisuales, los que posean calidad mínima para su proyección, transcritos o referidos en el libro, hallen nueva vida en la pantalla de hoy; eso sí, no como pasto de nostalgia y secciones contra el olvido. Su Éufrates del Valle en San Nicolás del Peladero hizo época, y la actuación en Los sobrevivientes, la película de Tomás Gutiérrez Alea, quedó para la historia.
Lo que interesa a quien esto escribe es significar por qué Pinelli cobra actualidad permanente. Incluso si se le toma por la mera estampa: flaco, calvo, de físico al margen de cierto canon de belleza, voz aflautada, manos huesudas y dedos afilados, cuando se situaba ante el micrófono era convincente como pocos, comunicador por excelencia. Con ello dejó atrás un mito enraizado en la selección de talentos para la locución.
La facilidad de palabra, la imantación de su personalidad, la variedad de registros desde el humor más criollo hasta la sobriedad sobrecogedora y la exploración de los resortes de la inteligencia emocional fundamentaron un ejercicio profesional y humano de alto relieve. Improvisar en Pinelli fue siempre un acto de cultura.
Valgan las siguientes apreciaciones de Pinelli: «Hoy la Patria se ha convertido en una enorme universidad, a la que puede acudir cualquiera en busca de conocimientos, sin embargo, el facilismo, que tanto abunda, frustra el espíritu y crea desinterés e irresponsabilidad. (…) El animador, al improvisar, tiene la posibilidad de enfrentarse con el público, de darse cuenta del estado de ánimo y el nivel cultural de los espectadores (…) Hemos visto a actores hacer llorar al público en un drama y sin embargo son incapaces de mover a un solo espectador como animadores. En el fondo, creo que hay cierta subestimación a nuestra profesión».
Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.