Toda experiencia de trabajo tiene, en general, dos lados: lo agradable o lo contrario. Mi paso por Radio Martí fue, la mayor parte del tiempo, un andar placentero, sobre todo “Ventana al Mundo”, programa semanal que me acompañó desde Miami, Florida, hasta Washington, D.C.
Al concebirlo, partí de vivencias oscuras durante dos decenios bajo el peso de la tiranía comunista. Muchas, muchas veces, cuando miraba al Norte, me preguntaba qué estaría ocurriendo “más allá del horizonte”. Y ahora, desde RM (incomparable privilegio) tenía la oportunidad de llevar respuestas a quienes aún vivían lo que para mí era solo un recuerdo de incertidumbres.
Otro programa colmado de satisfacciones fue “Democracia: la primera opción”, que conduje junto a Margarita Rojo, con la ejemplar participación del Dr. Luis Aguilar León, Profesor Emérito de la Universidad de Georgetown, en Washington, D.C. Su propósito fue, en una forma lo más amena posible, darle al radioyente herramientas precisas para entender el concepto de Democracia y despertar su entusiasmo de incorporarlo a su lucha contra el castrismo.
El corazón se me llenaba de gozo cuando alguien, recién llegado desde el archipiélago cubano, me contaba que, personalmente, o su abuelo, o su padre, escuchaba, a escondidas y sorteando todo tipo de dificultades técnicas, Radio Martí. Me sentía gratificado ante la certeza de que el mensaje no se perdía, que el esfuerzo tenía frutos, que la información veraz nutría la mente y el espíritu de no sabíamos cuántos miles de nuestros compatriotas.
Pero, por supuesto, tuve errores. Uno de ellos: descalificar el programa “El Arte de Vivir”, conducido por el Profesor Roberto Avalos, y que llegó a ser uno de los más escuchados de Radio Martí. Cuando, aun sin vínculo laboral alguno con esa emisora, pero como parte de un grupo de profesionales llamados a evaluar proyectos de programas para RM, repito, descalifiqué “El Arte de Vivir”.
Lo hice basado en mi opinión de que el citado programa alentaría en el radioescucha un estado de evasión que chocaba con la misión esencial de Radio Martí. No distinguí entre incitar a la reflexión, propósito de Roberto Avalos, y la evasión de la realidad que me pareció encontrar en el programa piloto.
Y permítanme insertar una pequeña reflexión: la Radio es un instrumento maravilloso e insustituible para la comunicación masiva, aún en este momento de revolución informática. Porque en ella se da la pareja incomparable de sonido e imaginación. Ningún otro medio es capaz de lograr, con tan poquísimo esfuerzo, la complicidad de quien recibe el mensaje. Solo se necesitan el oído del receptor y el medio para transmitirlo.
Mis lazos con RM se estrecharon en 1990 cuando me mudé a Washington, D.C. contratado por la empresa productora del noticiero de TV Martí. En esos días conocí los estudios y a gran parte del personal de su hermana mayor, inaugurada en 1985. Conocí también los estudios de la Voz de América, entrañable en mis recuerdos de cuando la escuchaba en Cuba. Conversar allí con José Pérez del Río, estrella matutina de “Buenos días América”, y por quien sentía una profundísima admiración, solo fue posible porque Radio Martí había nacido y yo había tenido la dicha de vincularme, de algún modo, a la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB, por sus siglas en inglés).
A veces revivo momentos hermosos y recuento con profundo agrado los muchos afectos nacidos entonces. Algunos que, después de mis 8 años de jubilación, conservo como parte de mis muletas espirituales para seguir envejeciendo con optimismo y fe en la amistad.
¿Y que constituye lo no agradable de mis experiencias? Al pasar a ser empleado federal y con cargos ejecutivos en OCB mi vocación esencial de locutor de radio (y un tanto de TV) pasó a segundo plano. Mi periodismo es sonoro y mi género favorito es la entrevista. Quizás, porque inquirir, buscar lo real y divulgar lo constructivo, te llevan al encuentro de quienes pueden achicar el vasto caudal de nuestra ignorancia.
En lo administrativo, me resultó muy útil el haberme graduado de contador comercial. La fidelidad a la exactitud es esencial en el manejo de fondos presupuestales. El deseo de ser justo, tanto en los números como en la conducta, tuvieron mucho que ver con mi desempeño.
Pero, las diferencias entre los diversos niveles ejecutivos a la hora de establecer prioridades en el destino de los fondos, llega a ser angustioso en no pocas ocasiones. Sobre todo, cuando consideraciones éticas y humanas te inclinan contra la corriente.
¿Y qué decir de las diferencias en filosofía política, incidiendo, inapropiadamente, en el desempeño profesional? ¿O de lidiar con el ególatra, ansioso de brillar como el mayor de los soles de la Vía Láctea cuando no pasa de ser una simple estrella fugaz? ¿O con aquel que siempre está al tanto de la paja en el ojo ajeno? ¿O el provocador, experto en rumores e intrigas?
Entonces, ¿haber llegado a altos puestos administrativos, fue algo que disfruté? No, definitivamente, no. El micrófono y la cámara se convirtieron en tangentes, y siempre lo lamenté. Pero, por otra parte, y como gran alivio, esas posiciones de responsabilidad editorial me permitieron ayudar a mantener impoluta la reputación de veracidad que mantuvieron siempre tan valiosos medios de combate contra la mentira comunista.
¡Enhorabuena, Radio Martí!