A los 82 años de edad, Paul Verhoeven (Instinto básico) logró colocar a Benedetta entre los títulos más significativos del recién finalizado 2021. A los conocedores de su cine no haría falta remarcarles que, una vez más, el holandés roza el escándalo al narrar las sexualidades prevalecientes en un convento del siglo xvii. Sexo, religión, manipulación y poder político dinamitan el tinglado dramático de este filme inspirado en hechos reales.
Aunque a Verhoeven se le considere tan irreverente como provocador, su cine es demostrativo de un buen oficio e imaginación a raudales. Larga es la lista en la que se mezclan cintas de ciencia ficción y dramas que combinan por igual la violencia explícita, el contenido sexual más perturbador y la sátira social.
Cuatro años antes de realizar Benedetta, Paul Verhoeven dio a conocer su penúltimo filme, el aclamado Elle (Ella), que exhibirá la televisión, con una magnífica Isabelle Huppert en el papel de una mujer violada por un enmascarado en el primer minuto del metraje. La película fue concebida para rodarse en Estados Unidos, pero actrices de la talla de Nicole Kidman y Julianne Moore dijeron que no, quizá preocupadas por la carga de enredos morales presentes en el guion, pretensiones que muy bien el director, ¡con su fama!, podía redoblar en el trascurso de la filmación. Verhoeven declaró entonces que el público estadounidense no estaba preparado para un filme como el que se proponía y se fue a filmar a Francia, donde Isabelle Huppert, de 63 años de edad, aceptó el papel sin pestañear porque –diría después de recibir premios por la actuación– «iba contra las predecibles definiciones de lo que significa ser una mujer, o lo que significa ser un hombre».
Tras la presentación de Elle en el Festival de Cannes llovieron las críticas y los comentarios. Algunos para alabarla y decir que era un magnífico modo de contar una historia de violación y venganza, otros para reprocharle que fuera un insulto a todas las sobrevivientes de la violencia sexual masculina. Se pronunciaron palabras como masoquismo e insulto vicioso y hasta hubo imputaciones de que los realizadores estaban defendiendo la mentira clásica de que la violación despierta la sexualidad de las mujeres. Pero en su complejidad humana y excelencias artísticas, el filme es mucho más que una cadena de suposiciones y requiere de espectadores libres de conservadurismos y prejuicios que les impidan analizar la siquis y actitudes de la protagonista. Una exploración de intimidades propuestas por el filme, que recurre por momentos a tonos de la comedia para referirse a los desvaríos del deseo y a los valores morales de una mujer –propietaria de un negocio de videojuegos– que pareciera imbatible en su medio, pero que tras el acto de violencia a que es sometida debe enfrentar una trascendencia mental que la descoloca. Todo ello, mientras asistimos, con mucha gracia, a la disección de una familia burguesa.
Al preguntársele a Paul Verhoeven a qué atribuía la excelente recepción del filme, respondió que todo se debía a la autenticidad que transmite Isabelle Huppert. «Ella previene –dijo– contra cualquier tipo de polémica. Solo ella actualmente es capaz de llegar tan lejos en pantalla».