La Revolución cumple 63 años en un escenario inédito, sí, pero lo que no cambia es el resultado: triunfo ante la adversidad, resistencia ante la guerra y el saldo invicto desde 1959 a la fecha. Apenas puedo imaginar el tamaño del empacho que debe sentir el Imperio al ver pasar los años sin poder derrotar, con todos sus dólares, a esa pequeña isla socialista que no suma ni el 10% de la población total de Estados Unidos. Qué rabia. Qué vergüenza. Y qué bueno.
De modo que, a pesar de los millones provenientes del dinero de la clase trabajadora estadounidense que la Casa Blanca tira año tras año en proyectos de subversión contra Cuba, la isla va. Los resultados de la ciencia cubana ante la covid-19 son el nuevo Playa Girón de los imperialistas. Lo que antes se defendió con fusiles, hoy se ganó con vacunas.
Primero Donald Trump y luego Joseph Biden intentaron aprovechar la terrible crisis sanitaria para ahogar la economía del país. En una estrategia que evocó al siniestro Harry Truman, quien desató la pesadilla atómica sobre Japón en pos de “salvar vidas”, estos presidentes ocuparon la pandemia para sembrar disturbios con el objetivo de impulsar la contrarrevolución. Y de nuevo, fracasaron.
Hoy, Cuba es uno de los pocos países de Latinoamérica y el mundo en vacunar al total de su población. Con dos excepciones: la isla también vacunó a sus infancias y lo hizo con vacunas propias.
En efecto, a diferencia de naciones como México, que cumplieron la meta con biológicos importados, la mayor de las Antillas fraguó sus soluciones. De tal manera, el país está a punto de vender al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador un buen cargamento de dosis de Abdala, la obra del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnológica que ha asombrado al mundo.
A finales de diciembre, la Comisión Federal para la Prevención contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), de la Secretaría de Salud mexicana, aprobó el uso de Abdala. En 2022, muchas personas en México se vacunarán con el fruto de la ciencia médica revolucionaria, tal cual lo harán en otros países como Venezuela o San Vicente y las Granadinas.
Las repercusiones de esta noticia son grandes. Se trata del país más influyente del área continental latinoamericana colocando al biológico cubano en el mismo rango de las vacunas Pfizer o AstraZeneca (algo que ya había hecho la prestigiosa revista The Lancet).
El hecho constituye un golpe al ego del Imperio que, por meses, ha intentado socavar el prestigio de los laboratorios isleños. Y una dura lección a los monopolios mediáticos que continuaron el juego de la posverdad atacando a las vacunas hechas en Cuba. Se espera, pues, que muchos más países se sumen a este ejemplo.
Para México, la utilización de Abdala es un muy importante refuerzo en su lucha contra la covid-19. El país se ha esforzado en inmunizar a la mayoría de su población mayor de 15 años, y lo ha logrado, pero, en su afán, ha tenido que lidiar con los Gobiernos de Estados Unidos y Europa, con tal de que no falten inmunizaciones. Un caso penoso le ocurrió con Rusia, país que nunca cumplió con el envío de 25 millones de vacunas Sputnik, obligando al Gobierno federal a negociar todavía más con Washington.
De manera que Abdala ayudará a suplir los necesarios arrestos que López Obrador ha debido ocupar en la consecución de biológicos, comprando vacunas cubanas a un menor precio, con resultados iguales o mayores de efectivos que sus contrapartes estadounidenses e inglesas.
Incluso, siguiendo el ejemplo de La Habana, el país podría vacunar a niños y niñas, lo cual no ha podido hacer pues solo la dosis de Pfizer está aprobada para ese fin. Así, la amistad entre México y Cuba se anota otro éxito.
(Tomado de Desde Abajo MX)