LA HABANA, Cuba. – Los juicios del 13 al 17 de diciembre contra los manifestantes del 11J de San Antonio de los Baños sobresalen por la violencia con que fueron tratados los acusados y sus familiares, así como por incidentes de homofobia y serofobia.
“Nosotras las madres éramos unas presas más. Eran 16 hombres y una sola mujer. Rosa Janis Millo Espinosa es mi hija”, denuncia Adisnuvia Espinosa Machín. “Las humillaciones más grandes del mundo las sentimos allí (…). No podíamos hablar, no podíamos sentarnos al lado de la persona con la que teníamos un poquito más de afinidad”, lamenta.
Entre madres y esposas eran 17 mujeres.
“Para ir al baño nos teníamos que levantar con un guardia. Teníamos que levantar la mano, y hasta ahí lo entiendo, pero si ya nos habían revisado, nos habían quitado la cartera, nos habían hecho un registro corporal…”, comienza a desglosar Espinosa Machín.
“Probé lo que es estar en prisión esos tres días. Sentada. No podías levantarte y comer cuando tuvieras hambre, sino en un horario. A las personas enfermas sí les dijeron que podían traer pomitos de agua; te tomaban la presión. En cuanto te sentías mal tenías una enfermería ahí”.
Sin embargo, el segundo día ocurrió un incidente: “Una madre tiró un beso y aquello bastó para que uno de los militares se levantara y dijera que eso era una falta de respeto y que al otro día se iba a poner como él se tenía que poner, que se iba a lucir”.
“Yo tengo dos [familiares detenidos]: mi niña, a la que le piden seis años y mi yerno, Rolando López Rodríguez, al que le piden ocho años. Ella está en El Guatao y él está en Guanajay”, dice Espinosa Machín.
El mismo día también fueron procesados Rolando Yusef Pérez Morera, Carlos Manuel Pupo Rodríguez, Joel Díaz Hernández, Miguel Díaz Zaldívar, Osdany Antonio Ricardo Aguilar, Yordan Esteban Brook Amador, Miguel Díaz Sosa, Ariel Pérez Montesino, Omar Hernández Calzadilla, Juan Manuel Mazola Beltrán, Denys Hernández Ramírez, Yunier Claro La Guardia, Cristhian Reyes Pérez, Adrián Rodríguez Morera y Yoan de la Cruz.
Los juicios quedaron pendientes para sentencia. Las peticiones fiscales de los detenidos oscilan entre seis y 15 años de privación de libertad por haber gritado “Patria y Vida”. Fueron tres días de terror para las madres y esposas que pudieron entrar a la vista oral. No les permitían ni siquiera mirar a sus hijos de frente.
Odalys Rizo cuenta cómo llevaron a Yoan de la Cruz, su ahijado, vestido de rosado para diferenciarlo del resto de los presos que iban de gris. “No es secreto para nadie de que Yoan es gay. (…) El día del juicio el régimen atacó la privacidad de Yoan”.
Rizo también lamenta que se haya “usado” la condición de seropositivo del joven para afectarlo. “Les dieron un solo vaso a los 17 prisioneros para que tomaran agua”, cuenta, convencida de que fue para “hacer sentir mal a los demás, para que no tomaran agua si Yoan tomaba de ese vaso”. Aunque sea un hecho absurdo porque el VIH no se transmite por compartir cubiertos ni vasos, a Rizo le parece “aborrecible que lo estigmaticen, por su condición de salud”.
También coincide con Espinosa Machín en que se aplicaron formas de tortura psicológica contra las madres.
Los detenidos “no podían moverse porque estaban atados de pies y manos con las famosas chaquiras. Cuando se las quitaban las dejaban caer al suelo para que impactaran bien duro y para que, quizás, los familiares sintieran temor”.
“No los dejaban mirar hacia los lados, no los dejaban hacer contacto visual con sus familias, no los dejaron decir ‘te quiero, te extraño’, ni nada; los tenía allí como si fueran estatuas” mientras los firmaban con dos cámaras de televisión, apunta.
Por eso, para evitar que se tergiversen los hechos en los medios oficiales, Rizo quiere ofrecer su testimonio:
Janis Millo, la hija de Espinosa Machín, dijo que “estaba arrepentida por estos cinco meses que ha estado lejos de su familia, de su mamá y de su hija de siete años. También dijo que ella no es contrarrevolucionaria, que por el contrario, ella es revolucionaria porque quiere un cambio para su país, un futuro mejor para su hija”.
Juan Mazola Beltrán, otro muchacho de 21 años de San Antonio de los Baños, cuando se acercó a la jueza, dijo: “Yo no soy un ladrón, yo no rompí nada, yo solamente grité ‘Patria y Vida’. ¿Por qué me quieren dar tantos años?”.
Por su parte, la madre de Janis Millo señala que los testigos se acordaron, al cabo de cinco meses, de la ropa que vestía su hija. “Yo creo que lo que hicieron fue darles un papel y decirles lo que tenían que decir”, apunta.
Y se pregunta: “¿Quién acusa a quién? ¿Quién amenaza a quién? Es lo que quiero que tengan en cuenta. Ellos gritaron sí. El pueblo entero gritó. No mataron a nadie. Un testigo de la misma Policía dijo que ninguno de los agentes de él había sido lastimado”.
Los testigos fueron “tan incoherentes” ―dice― que ella no podría contar con lógica lo que dicen que sucedió el 11 de julio. Su única certeza es que ninguno de los procesados entre el 13 y el 17 de diciembre es un delincuente.
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