–Sí –dice Manolo–. Pero los chistes más buenos eran cuando se paraba ahí en la plaza y empezaba a dar muela y más muela y nadie podía moverse, ni ir a mear o a cagar porque los miraban mal. Y el Fifo ahí sin ganas de orinar. Yo no sé qué tenía ese hombre en los riñones o en la próstata. Yo tengo que ir al baño cada media hora, caballero.
–Eso no era un chiste, Manolo –vuelve a meter la cuchareta Pacheco–. Eso era mariconá con el cocodrilo. Tú no sabes cuántas concentraciones me disparé yo con ese cuento. Terminaba con las venas de las piernas botadas. Por eso tengo hemorroides.
–Compañeros, era un hombre completo. ¡Un gigante de la ética! El hombre más grande que he conocido en mi vida –dice Pedro y se seca una lagrimita.
–Más grande era el Gallego Fernández –riposta Manolo–. Pero el Fifo era impaciente defensor de los humildes, estudioso de las ciencias, sabio orador, hombre de diáfana sonrisa, exigente y combativo, de profundo pensamiento y visión extraordinaria.
–Y un gran jodedor –apunta Pacheco–. Lo mejor que tenía era lo gran humorista que era. ¿Se acuerdan cuando el Período Especial? Ahí puso a la gente a comer gatos y a desayunar con yerbitas. Y el pueblo ahí, firme como una roca.
–De firme nada –vuelve a hablar Pedro–. Que ahí empezaron las regatas para la yuma.
Entonces se le acerca Manolo y le suelta al oído–: Porque hay gente que no sabe reírse. Los cubanos nos tomamos todo a la tremenda. No hay papel higiénico en una tienda y empezamos a protestar. Caballero, métanle mano al Granma, que informa y limpia.
–Ese fue otro chiste del Comandante –dice Pacheco–: hacer ese periódico con papel tan suave. Es multiuso.
–Pero ustedes olvidan uno de los mejores chistes de Fidel, señores –suelta Pedro y crea una gran expectativa. Todos lo miran.
–¿La moringa? –pregunta Pacheco.
Pedro mueve la cabeza negando y Pacheco vuelve a la carga–: ¿Las ollas arroceras?
Pedro se toma su tiempo y una sonrisa aparece en su rostro. Se pone en pie y suelta a bocajarro–: Camilo, caballero, Camilo…
–¿Qué pasó con Camilo? Camilo no fue un chiste –dice Manolo que se puso de pie de un salto.
Pero Pedro, con el rostro resplandeciente cierra la conversación de esta manera–: Camilo sí fue un chiste, señores. ¿No recuerdan que el Comandante tuvo a Cuba en jaque, la gente buscando en el agua, dando remo a ver si aparecía Camilo Cienfuegos? Y se lo habían echado en tierra firme. Y por poco le joden la broma a Fidel porque alguien dijo que Camilo había aparecido, pero no. Todo el mundo llorando y desde entonces la gente echa flores en el mar, en los ríos, en un cubo y hasta en palanganas. Díganme si Fidel no era un gran jodedor… ¿Sí o no?
Pacheco aplaude y suelta de pronto–: ¿Y qué me dicen del socialismo?
Todos piensan y dicen casi a la vez–: Sí, señor, ese es el mejor chiste. Qué clase de humorista era el Comandante.
Ilustración de portada: Armando Tejuca