Cada vez que vengo a México, a cualquier parte de México, me siento en casa.Como dijo nuestro gran maestro José Martí: “Si yo no fuera cubano, quisiera ser mexicano; y siéndolo le ofrendaría lo mejor de mi vida”.
Soy abogado. Vivo y ejerzo mi profesión en Washington, DC., donde me dedico a defender a los inmigrantes perseguidos por La Migra, y (con mis modestos esfuerzos) a tratar de escudar a Cuba del acoso incesante de Washington.
Estados Unidos está obsesionado con Cuba. No concibe que sea un país soberano e independiente. Para dominar a la isla, le impuso un bloqueo brutal, cuyo propósito es asfixiar al pueblo cubano para que se rebele contra el gobierno. Así lo expresó Lester Mallory, Vicesecretario de Estado, en un memorándum secreto del Departamento de Estado, fechado el 6 de abril de 1960. Cito el documento:
“…hay que emplear rápidamente una línea de acción que … logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
Ahí en ese memorando encontramos la raison d’être del bloqueo.
El bloqueo viola el derecho internacional y los principios básicos de la convivencia entre las naciones. Es un acto de guerra, un atentado de genocidio contra el pueblo cubano, especialmente durante esta pandemia de la COVID. Viola el artículo II b y c de la Convención de Prevención y Castigo al Genocidio que adoptó las Naciones Unidas en 1948, y hasta la desprestigiada OEA considera la agresión económica como un delito internacional.
No es sorprendente que la ONU haya votado, por una mayoría abrumadora (casi unánime) en más de 30 ocasiones una resolución condenando el bloqueo.
Pero el bloqueo no es la única injerencia del gobierno de los Estados Unidos para tratar de efectuar un cambio de régimen en Cuba. Durante los últimos 25 años, Washington ha presupuestado mas de $25 millones al año para tratar de tumbar al gobierno cubano. O sea por lo menos $625 millones. Digo “por lo menos”, porque esos son solamente los fondos públicos. Sabemos que también tienen presupuestado millones de dólares al año para proyectos encubiertos, y esos fondos no son divulgados.
La inversión multimillonaria de los Estados Unidos en Cuba es para tratar de estimular lo más posible la crítica al gobierno cubano. Una crítica que, gracias a las redes sociales y a la tubería de dinero que invierte Washington, está muy sobredimensionada. Con ese dinero, crean líderes de oposición y tratan de seducir a los jóvenes y a los más vulnerables para que agiten a favor del derrocamiento del gobierno. No quiero sugerir de que todos los disidentes en Cuba son contratistas de los Estados Unidos.
La cosa no funciona así. Washington, y sus amiguitos mayamenses, analizan a la a la sociedad cubana para identificar los sectores poblacionales más susceptibles a una seducción a través de una crítica sobredimensionada sobre las deficiencias del gobierno.
La vida en Cuba es dura. No es fácil impulsar una economía próspera, cuando el país más poderoso del planeta está tratando de asfixiarlo. La pandemia también ha golpeado a la isla. Cuba tuvo que cerrar sus fronteras al turismo por meses, debido a la COVID. Sin las divisas del turismo y sin acceso a préstamos internacionales, muchos están sufriendo, y muchos están disgustados. Con el gobierno, con la burocracia, y con la vida.
Tanto Washington como Miami alimentan y amplifican las quejas comunes de los cubanos de a pie. La marcha del 15 de noviembre, la que nunca ocurrió, generó 185 declaraciones amenazantes de parte del gobierno de los Estados Unidos entre el 22 de septiembre y el 16 de noviembre. Sin embargo, que yo sepa, Washington no emitió declaraciones sobre las 103 personas en Colombia que sufrieron lesiones en los ojos, entre abril y julio de este año, causadas intencionalmente por la policía antidisturbios. O las sobre las 463 personas que recibieron lesiones en los ojos durante manifestaciones pacíficas en Chile.
Contrario a lo que piensan muchos, la obsesión de los Estados Unidos con Cuba no comenzó con el triunfo de la Revolución. Washington siempre ha asumido que Cuba le pertenece. Que la isla es de ellos.
Un secretario de estado de los Estados Unidos, John Quincy Adams, declaró en abril de 1823, que “de la misma forma que una manzana que se desprende de su árbol por un vendaval solo puede caer al suelo, Cuba, separada de España por la fuerza e incapaz de subsistir por sí sola, solo puede gravitar hacia la Unión Norteamericana”.
¿Saben que, en el siglo XIX, el presidente James Polk de EU le ofreció a España $100 millones por Cuba? España no se la vendió.
¿Saben que la bandera cubana fue izada por primera vez—no en Cuba—sino en Manhattan en 1850, en la azotea del edificio del periódico el New York Sun, como signo premonitorio de una pronta anexión a los Estados Unidos?
La Enmienda Platt fue el yugo que EU utilizó para dominar a Cuba desde 1902. Le dio a Washington el derecho permanente para gobernar a Cuba indirectamente, incluyendo la potestad de intervenir militarmente en la isla. También le arrebató territorio cubano en Guantánamo para una base naval, que se ha hecho famosa últimamente como el lugar donde Washington mantiene (sin debido proceso de ley, sin juicio pero torturados) a decenas de presos. La única parte de Cuba donde los presos son torturados.
El bloqueo es una nueva Enmienda Platt. La ley Helms-Burton le da al Congreso de los Estados Unidos la potestad de decidir cuál forma de gobierno en Cuba y cuáles candidatos son aceptables para Washington.
El hostigamiento de Washington contra Cuba, después del triunfo de la Revolución, ha sido violento. Tras una fallida invasión en 1961, lanzó acciones terroristas contra la isla utilizando a muchos cubanomayamenses. También sabotaje biológico.
Quizás ustedes han escuchado a algunos de estos terroristas pidiendo a gritos una intervención militar de EU contra Cuba. Que llueven bombas desde EU en las calles donde anteriormente caminaban con sus padres, sus hermanos y sus vecinos. Algo insólito.
Gran parte de los millones de dólares que EU tiene presupuestado para cambio de régimen en Cuba se queda en Miami, donde ha generado una industria de odio contra la isla.
Un odio que resulta en la satanización no solamente de Cuba, sino también de los demócratas y de Joe Biden. Solamente en Miami pueden pensar que Joe Biden y Kamala Harris son comunistas y que Cuba es un estado fallido. Pero esa es la mentira que se han tragado, gracias al uso cínico de las redes sociales que hacen los grupúsculos receptores de la lluvia de dólares proveniente de Washington.
El gobierno de Joe Biden ha decidido romper con la política de Obama hacia Cuba, para halagar a los votantes trumpistas cubanomayamenses. Votantes que aún piensan que el verdadero triunfador de las elecciones presidenciales fue Trump, y que Biden no es un presidente legítimo.
Pero hay otros votantes de ascendencia cubana en Miami que piensan diferente y que apoyaron a Biden en la última elección, precisamente porque les prometió levantar las sanciones de Trump y permitir que mandaran remesas a sus familiares en la isla.
Para ganar más votantes en la Florida, Biden necesita diferenciarse de Trump. Los trumpistas jamás van a votar por los demócratas. Obama ganó la Florida, precisamente porque se distinguió de los politiqueros republicanos.
Aspiremos a una relación de normalidad, de paz, entre Cuba y EU. Que EU nos quite la rodilla que tiene sobre nuestro cuello y nos deje respirar. Que levante las sanciones y el bloqueo. Que use los millones y millones de dólares no para tratar de cambiar el gobierno cubano, sino para vacunar al Tercer Mundo.
Listen Biden, Cuba no es la manzana que John Quincy Adams dijo iba a gravitar hacia EU al caer de un árbol. Cuba es una orgullosa nación. Libre y soberana. Biden y sus asesores debiesen estudiar la filosofía política del oaxaqueño Benito Juárez quien sabiamente expresó que “el respeto al derecho ajeno es la paz”.