Si usted quiere saber qué mercancías sacaron en las tiendas por Moneda Libremente Convertible, las MLC, solo tiene que asomarse a los grupos de compraventa en redes como Facebook, WhatsApp y Telegram. En cuanto la tienda saca un producto de alta demanda, automáticamente aparece un anuncio de reventa en internet, por lo general al doble y hasta el triple de su valor.
El desabastecimiento crónico que padece Cuba desde antes de que asomara la COVID-19 es el gran culpable, claro está, porque las cantidades de alimentos, aseo y otros productos de primera necesidad que se expenden en la red de tiendas por divisas tampoco satisfacen la demanda. Pero en este río revuelto ganan los pescadores con más saldo en sus tarjetas MLC y tiempo, todo el tiempo del mundo para hacer colas.
Como si no fuera un comportamiento sancionable, tanto desde el punto de vista ético como legal, cuelgan en internet los litros de aceite a 250 pesos; los jabones de baño a más de 60; los paquetes de café, en dependencia del gramaje, entre 100 pesos y 1 000; y las confituras ya con los precios que sencillamente ellos determinen, con los precios que se les ocurran, porque han descubierto que algunos padres pagan lo que sea por una lata de malta o unas galletas de chocolate.
Estos revendedores están haciendo zafra y llevan meses operando con total impunidad. De aquellos operativos policiales que salían en el Noticiero Nacional de Televisión y que la gente en la calle llamaba jocosamente “Tras la huella” no hemos tenido más noticias, de modo que no sabemos cuántos de estos acaparadores-revendedores están siendo sancionados. Por el desparpajo con que ponen en las redes sus nombres, apellidos, direcciones y teléfonos, tal parece que tuvieran patente de corso para ejercer tranquilamente su actividad.
No hay que ser Sherlock Holmes para imaginar que en este caldo de cultivo puede haber de todo: contubernio entre los coleros y los empleados de las tiendas; negocios bien montados con sistemas de entrega a domicilio y casas-almacén; personas con solvencia económica que pueden darse el lujo de comprar a sobreprecio; inspectores que no dan abasto…
Entonces usted, trabajador honrado, que no tiene todo el día para pasarse en una cola en la que, por lo general, repartieron números la jornada anterior; usted solo tiene dos opciones: o falta al trabajo para vivir la aventura de las aglomeraciones, o recurre al mercado negro pagando el doble, el triple o lo que esté pidiendo el revendedor. Si a usted se le ocurre alguna otra alternativa, déjenos saber en los comentarios. Estaremos volviendo sobre este tema en próximas emisiones de Directo al grano.