Ojalá no tuviéramos que escribir más sobre violencia de género. Ojalá no hubiera que organizar jornadas de activismo contra ella ni designar días naranjas. Ojalá noviembre fuera un mes para celebrar su fin y no para recordar las múltiples formas en que se manifiesta, lo mucho que hace daño. Ojalá ya no fuera un problema, ni aquí ni en ninguna parte. Pero persiste, también en Cuba. Y duele.