En el número 67 de la calle Varona, en la ciudad matancera de Colón, viven Yamilet Torres y su hija Elaine Ramos. Con veintinueve años, la joven padece de trastorno global del desarrollo, además de estar operada de un tumor en el cerebelo y ser autista. Su madre se dedica por entero a cuidarla y ambas intentan mantenerse con la pensión de 4 460 CUP asignada por la seguridad social.
Hace solo unos días, un trabajador de correos le informó a Yamilet que la pensión —única fuente de ingresos de esa familia— sería rebajada. Inmediatamente la madre se apresuró a ir a las oficinas municipales del ministerio del Trabajo y Seguridad Social y al Gobierno.
Yanara Ordoñez Oquendo, una trabajadora social, le explicó que se había tomado tal determinación porque el suyo no era un caso priorizado ni crítico.
Por si fuera poco, entre las muchas patologías que aquejan a Elaine se encuentra una incontinencia vesical y anal, por lo que su colchón se ha deteriorado hasta el punto que, desde hace varios meses, se acuesta prácticamente sobre huecos.
Alrededor de un mes atrás, Yamilet fue visitada por otra trabajadora social, la cual le informó que a su hija se le había asignado un colchón nuevo. Pasado un tiempo, ante la falta de noticias, indagó al respecto para enterarse que su caso fue borrado de la lista de pendientes.
Entonces llamó por teléfono y se quejó con Amanda, del ministerio del Trabajo. La respuesta que recibió fue que cuando mejorara la situación epidemiológica tendrían en cuenta a su niña, dado que debido a la pandemia no pueden reunirse.
Como si no bastara, desde diciembre Elaine no tiene sus medicamentos — clonazepam y fenitoína, que pueden ser sustituidos por diazepam o nitrazepam —, por lo que duerme solo dos o tres horas diarias. Tampoco logran conseguir el omeprazol y la cimetidina, que necesita para aminorar los malestares de su gastritis crónica.
¿Cómo se explica que rebajen la pensión de esta familia por no considerarlo un «caso priorizado o crítico»? ¿Cuánto tiempo la burocracia hará dormir a Elaine en un colchón casi inservible? ¿Qué más debe esperar esta sufrida persona para tener los medicamentos que alivien sus dolencias?
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Regresa a esta página el caso de Mairiobis Zamora Hechevarría, quien el pasado 20 de febrero expuso aquí la precaria situación económica de su numerosa familia y los maltratos y «peloteos» de los que había sido víctima.
Después de la publicación, la familia comenzó a recibir una pensión mensual de 4 460 CUP para las nueve personas que la integran: madre, padre y siete hijos, seis de ellos menores de doce años. También les fueron prometidos otros recursos, como una hornilla, colchones y avituallamiento para los niños, de los que no tienen noticias aún.
Cuenta Mairiobis que el pasado 4 de marzo la visitó Betzaida, de la Dirección Municipal de la Vivienda, quien la citó para el día siguiente en su oficina. Durante la reunión, la funcionaria llamó al gobierno y le informaron que le debían asignar una casa, dado que la familia reúne los requisitos para formar parte del Programa Nacional que prioriza la entrega de viviendas a madres con tres o más hijos menores.
La casa en que viven hacinados hasta hoy, no tiene baño, meseta en la cocina ni piso, por lo que no clasifica como habitable. Cuando llueve se moja por todos lados y el agua del camino la inunda completamente. Por esas condiciones y al ser una construcción ilegal, no es posible que se le otorgue un subsidio.
El 18 de marzo, Mairiobis recibió la visita de Yanelis —de la Oficina de Atención a la Población del Gobierno municipal— y del delegado de su zona. Ante la inminencia del arribo del período lluvioso, la afectada preguntó por el estado de su caso. La respuesta fue que pronto vendrían a recogerlos en un camión.
Quedaron con todas sus pertenencias empaquetadas, aguardando porque en cualquier momento apareciera en el camino el añorado vehículo. El 5 de abril –a un mes de que se le prometiera la casa– la madre fue al gobierno y la misma Yanelis le dijo que debía continuar esperando.
Ante tantas vicisitudes, Mairiobis se pregunta si ella y sus niños tienen que continuar mojándose con cada aguacero en una construcción inhabitable. «¿Tengo que escribir directamente al presidente a ver si él da solución a mi situación?», cuestiona esta madre, nuevamente víctima de la desesperación.
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