La Habana amanece y en sus calles y otros espacios públicos cada cual se sumerge en su cotidianidad. Está quien disfruta de un buen libro en los lugares más insospechados, o, en un día sin presión de trabajo, aprovecha la atmósfera de sitios donde se puede descansar o contemplar, ver la vida habanera pasar mientras se relaja.
Está la muchacha que goza de la tranquilidad que le brinda el mar en el malecón habanero… Se ve a los niños jugar con toda la despreocupación del mundo; al vecino que mantiene su cuadra como su casa; a quienes se quedan con la familia y a otros que buscan la soledad (o esperan a su pareja, o a sus amigos); a los que dan la bienvenida a la apertura de los servicios y al regreso de la actividad luego de meses de cierre.