David Martínez Espinosa es ingeniero químico. Hasta hace muy poco trabajaba como profesor de Química Aplicada en la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos. Impartía clases a los estudiantes de las licenciaturas en Bioanálisis Clínico, Higiene y Epidemiología, y Nutrición y Dietética. Lo expulsaron de su puesto de trabajo por sus ideas políticas.
El joven, de 31 años, fue uno de los firmantes de la carta que un grupo de la sociedad civil entregó al Gobierno de su provincia para notificar a las autoridades sobre la marcha cívica convocada por la plataforma Archipiélago. Como su nombre encabezaba la lista de firmantes, las autoridades le respondieron a él.
David interpretó la negativa a manifestarse como la confirmación jurídica de que el país vive una dictadura, capaz de inventarse razones y de pisotear la propia Constitución. Sostiene que han visto al “poder utilizar la Constitución en su beneficio, pero en detrimento y perjuicio de la ciudadanía”. “Si esa Constitución que ellos invocan y nosotros también invocamos para poder ejercer cívicamente nuestro derecho, la verdadera y única interpretación que tiene es la que ellos dieron en su respuesta, pues esa Constitución no nos representa y no nos sirve”, agrega.
A Archipiélago —plataforma que reúne a miembros de la sociedad civil cubana y que aboga por la democracia y la libertad en Cuba— llegó cautivado por el camino cívico que presenta, por el propósito de empoderar a los ciudadanos en el conocimiento de sus derechos y por la determinación para manifestar criterios independientes del canon ideológico que impone el Gobierno. Define el grupo como un ensayo de pequeña república en el que cohabitan de forma respetuosa las más diversas tendencias ideológicas: “Algunos somos de derecha, como quien les habla, los hay un poco más a la izquierda y también de centro; y yo diría, incluso, que una parte no tiene posicionamientos políticos, sino más bien un interés, una actitud cívica que la mueve a estar en Archipiélago. Hay de todo allí y esa pluralidad le da fortaleza”, explica.
Antes de pertenecer a Archipiélago, David no había integrado ningún otro grupo de activismo cívico, sin embargo, en un país donde hasta las publicaciones en Facebook se fiscalizan los problemas no demoraron en aparecer.
El 19 de octubre de 2021, cuando la rectora Arelys Falcón Hernández le notificó que su contrato se cerraba y su categoría docente de profesor instructor sería revocada, se concretaron un grupo de amenazas que había recibido desde meses antes por sus publicaciones en redes sociales.
A través de la Resolución 109 de 2021 se le comunicó a David que sus publicaciones se consideraban un ataque a la Revolución cubana y una incitación a que la juventud confrontase el proceso social. “Por pérdida de ejemplaridad, prestigio y requisitos para el cargo como profesor universitario” —según acota el texto—, Martínez Espinosa se sumó a la extensa lista de profesores cubanos que han sido separados de sus puestos de trabajo por sus ideas políticas.
“Desde el momento que te decidas a hacer activismo en un lugar donde no hay libertad política, las personas, incluso las que más te quieren, se tensan, se ponen nerviosas, sobre todo, cuando no tienen la misma determinación que tienes tú. Eso me ha pasado —cuenta—, me ha dolido verme aislado de muchos de mis buenos amigos”.
Lo afirma después de que algunos le hayan retirado el trato frecuente, otros le han pedido que no los visite en sus casas y una parte le solicita que tome la precaución de fijarse que no lo están siguiendo cuando va a encontrarse con ellos. La vida, sin dudas, le ha dado un vuelco.
En Archipiélago no desempeña ningún rol preponderante. Sus opiniones son escuchadas como la de tantos otros en una especie de debate siempre abierto. No hay jefes ni dogmas ni mesías. Cuando el dramaturgo Yunior García Aguilera, una de las figuras más visible del grupo, y su familia han tenido el servicio de Internet cortado, el grupo ha seguido con vida. “Eso es muy bueno y es lo que le da espanto y terror al poder, porque indica que incluso si le hicieran algo a Yunior, quien indiscutiblemente le pone una vibra a todo lo que hacemos con su intelecto nítido y fresco, seguiría Archipiélago con vida más allá de él. La prueba fueron estos días que estuvo totalmente aislado, sin comunicación, y aún así nosotros seguimos con nuestros encuentros virtuales”.
Aunque las últimas semanas se han convertido en un hervidero de citaciones a interrogatorios de la Seguridad del Estado a los miembros de Archipiélago, campaña de descrédito en los medios de comunicación y otras acciones que buscan amedrentar a los que forman parte de la plataforma, Espinosa Martínez planea marchar de todos modos el 15 de noviembre.
El joven, padre de dos niños, ha sido apercibido por la Fiscalía Provincial de Cienfuegos como si fuera un predelincuente. Le han dicho que si insiste en salir a manifestarse incurrirá en cuatro delitos: desobediencia, desorden público, instigación a delinquir y realización de manifestaciones ilícitas.
En caso de que le impidieran salir de su casa, de que no pudiera llegar al lugar previsto, corroboraría la existencia de un régimen dictatorial en Cuba que no permite a sus ciudadanos manifestarse pacíficamente, mientras admite otras formas de reunión masivas en medio de una pandemia solo porque le son afines.
El 11 de julio de 2021, cuando miles de cubanos salieron a las calles a protestar, marcó un antes y un después en la postura política de David. Recuerda que los manifestantes no fueron violentos, no tiraron piedras ni usaron palos ni machetes ni cuchillos. Solo gritaban. Nadie los había convocado. Era un estallido social que representaba muchos descontentos en uno: el implícito “no aguantamos más”. Sin embargo, el relato oficial de que prevalecían los vándalos, las personas de bajo nivel cultural, y que iban a tirarle piedras a la sede del Partido Provincial en Cienfuegos le molestó sobremanera: “Ver que los únicos vándalos fueron los agentes del poder es lo que me permite afirmar, hasta con mi vida, que el régimen miente; porque yo estuve en el parque Martí, en la marcha que se hizo por la calle Santa Elena, después por Prado y luego doblamos porque íbamos al Partido. Nadie iba a tirar piedras porque nadie las tenía; íbamos al Partido a gritar. Eso lo hace el mundo entero. La gente, al hacer una protesta antigubernamental, se dirige a las oficinas gubernamentales”.
Pero en el ecosistema comunicativo cubano se gesta una guerra desproporcionada por conquistar la opinión pública, que pone en jaque la credibilidad y la imagen de quienes protestaron ese día, de los miembros de Archipiélago que notificaron la iniciativa de la marcha cívica y de cualquiera que disienta de las políticas gubernamentales. Una parte de la población cubana tiene un acceso limitado a redes sociales, a Internet, y solo se informa por los canales oficiales. “Ese sector está tragándose la campaña de difamación que el régimen está haciendo contra nosotros, diciendo que somos anexionistas y que la marcha del 15 noviembre es una marcha para pedir intervención y la anexión de Cuba a Estados Unidos” —denuncia. “Yo reto a que nos señalen un solo comunicado oficial de Archipiélago en el que se mencione la palabra intervención como algo positivo y el tema de la anexión como una propuesta de nosotros. Eso es una calumnia”. Esa matriz de opinión los ha convertido en “anexionistas” o “vendepatrias” y revertir esa imagen negativa con información libre y veraz es uno de los desafíos de Archipiélago.
David se propone, más que un modelo de transición o un programa político, un empoderamiento de la ciudadanía y que cada quien, en libertad y democracia, pueda gestionar cívicamente la Cuba soñada. Para que eso suceda aspira a que los cubanos vislumbren que el 15N no puede ser la última vez ni se puede esperar a que el Gobierno garantice los derechos reclamados.
Quisiera vivir en una Cuba próspera, “pero, sobre todo, una Cuba que tenga la cultura del debate, la cultura del diálogo; que la gente cuando se encuentre y piense distinto presente razones y no puñetazos; presente argumentos y no gritos; presente razonamientos y no tonfas o carros de policía”, explica. Conocía de antemano los riesgos de su posicionamiento y no lo amenazan ni las citaciones ni el desamparo laboral, ni que lo fotografíen en lugares públicos. David Martínez ha escogido el camino del civismo y no hay vuelta atrás.
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