El joven cubano de 18 años, Carlos Brayan Valdés Soroa, conocido en las redes sociales como Brayan Califa, fue asesinado la noche del viernes en Bejucal, provincia de Mayabeque, cuando se dirigía a una fiesta con un grupo de amigos.
“Para una ‘piscina’ iba; es una fiesta de 15 que se hace de un día para otro, como una piyamada. Al salir de mi casa, un muchacho de alrededor de 29 años que estaba borracho se metió con mi hijo y comenzó a ofenderlo. Mi hijo no le hizo caso y continuó rumbo a la fiesta, pero cuando llegó a la oscuridad, le dio una puñalada en el estómago”, relató su madre, Ana Mari Valdés Soroa, a Martí Noticias.
De nada valió el rápido traslado del muchacho al policlínico de la comunidad, falleció en el centro de salud.
“La herida en el estómago le afectó el hígado y una arteria importante, me explicó el perito. Sin necesidad, por gusto lo mató, por borracho. Ya a mi hijo lo enterramos y él está arrestado desde el sábado. Demasiada violencia la de este país”, lamentó la mujer.
La violencia en Cuba continúa escalando al punto de que es usual entre las personas, especialmente los jóvenes, salir a la calle resguardados por un arma blanca.
“La mayoría de los asesinatos son entre personas jóvenes que se caen a cuchilladas, a machetazos. Estamos frente a una especie de violencia integral en las comunidades, la de género, la social que se vincula a las peleas diarias en los frágiles mercados para obtener los escasos alimentos. Todas estas ligadas a violencias más estructurales, como la económica, con la exclusión de amplios sectores cada vez más vulnerables, y la política, que se manifiesta a través de la penalización de los derechos constitucionales y de las constantes amenazas a las y los activistas”, indicó la habanera María Elena Mir Marrero, miembro de la iniciativa “