El sello editorial Ediciones Loynaz prepara un libro con cincuenta cartas inéditas escritas por la poeta y novelista cubana Dulce María Loynaz. Tendrá una “edición limitada” cuya entrega se proyecta para el 119 aviversario del natalicio de la autora.
En declaraciones a la Agencia Cubana de Noticias (Acn), Luis Enrique Rodríguez Ortega, director de dicha casa editorial, con sede en Pinar del Río, explicó que se trata de misivas dirigidas a José Antonio Martínez de Osaba, pianista acompañante del vueltabajero teatro lírico Ernesto Lecuona.
El material aún no tiene título definido y se espera sea un grato aporte a los investigadores y amantes de la vida y obra de la segunda Premio Cervantes cubana, pues componen un recorrido por más de dos décadas (desde finales de 1960 hasta los 90) de lazos afectivos con quien fuera amigo de la familia y resguardara estos documentos.
La editorial conocía la existencia de las cartas, pero Martínez de Osaba no las quería hacer públicas. Fue él quien, ahora con 85 años, las encomendó a la profesora María Carolina Mora. En ella recaerá el prólogo del material.
En las misivas, según apuntó Rodríguez Ortega, quien también dirige el Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz, puede descubrirse a una escritora que tiene necesidades como cualquier cubano de a pie.
También subrayó a Acn que por ellas se evidencia que este fue el primer pinareño vinculado a la autora, y gracias a quien otros llegaron a tener relaciones de amistad que, por ejemplo, hicieron que la escritora donara su biblioteca personal y otros bienes patrimoniales a la provincia.
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Nacida el 10 de diciembre de 1902, en La Habana, ciudad donde falleció en 1997, Dulce María Loynaz fue una de los cuatro hijos del General Enrique Loynaz del Castillo y María de las Mercedes Muñoz Sañudo.
Escribió memorables, fundacionales y singulares obras como Canto a la mujer estéril (1938), Juegos de agua (1941), Poemas sin nombre (1955) y Últimos días de una casa (1958), por lo que autores como el poeta y editor Alex Fleites la consideró en su columna semanal para este medio como “uno de los mitos de la poesía cubana del Siglo XX”.
En su juventud su casa fue un verdadero centro de movimiento cultural gracias a sus relaciones con escritores del patio o extranjeros como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas, Rafael Marquina, Carmen Conde, entre otros.